La esperanza de vida de los gobiernos de Canarias era de dos años y medio. Por primera vez, en esta octava legislatura duró hasta las elecciones autonómicas. Es un fenómeno que bien podría estudiarse en las más prestigiosas universidades. Sin embargo, el acuerdo entre CC-PNC-CCN y el PSOE, firmado el 20 de junio de 2011, conoció algunas crisis que estuvieron a punto de provocar la ruptura. Paulino Rivero y José Miguel Pérez tenían otro pacto, secreto, que también se cumplió: presidente y vicepresidente habían unido sus destinos: si uno no repetía candidatura, el otro tampoco. Así ha sido.
Los focos de tensión no estaban solo en La Palma y El Hierro a cuenta del entendimiento del PSOE con el PP. En varios municipios de Tenerife casi sacan los tanques a las calles para recomponer el orden. En marzo de 2015 saltó la chispa en Lanzarote, donde el PSOE se desmarcó de CC en el Cabildo por pérdida de confianza en Pedro San Ginés. Los cuatro consejeros socialistas salieron pitando y el presidente de la corporación insular denunció la vuelta a las viejas políticas, como si acaso hubiesen desaparecido.
La ejecutiva federal del PSOE quitó hierro a la moción de censura contra Belén Allende (AHI-CC), promovida por Alpidio Armas, pero La Palma se fue de las manos. Los efectos del desengaño -CC echó al PSOE y los socialistas se unieron a los populares- tardaron en desvanecerse. Anselmo Pestana resistió las presiones y sus conciudadanos se lo reconocieron
-agradecieron- en las urnas. ¿Traicionará ahora esa lealtad? ¿Quién se quedará con la miel en los labios en esta oportunidad?
A finales de noviembre de 2014, Ferraz dio largas para que no se reuniera la comisión de seguimiento. Había que reconducir la situación a toda costa al objeto de minimizar los costes electorales. Para chistes, con el de Casimiro Curbelo en La Gomera es suficiente. Suscrito por Claudina Morales (CC), José Miguel Pérez (PSOE), Paulino Rivero y José Blanco (vicesecretario general del PSOE), el documento de cinco páginas lleva el descriptivo título de Pacto por Canarias y la leyenda: “Gobernabilidad, dinamización económica, empleo y cohesión social”. La coordinación alcanzó niveles de cultura democrática avanzada. En la gestión cotidiana, los problemas serios surgieron en el seno de ambos partidos, más que entre las partes.
La afinidad marchaba sobre ruedas, pero un ataque de celos puso en riesgo la estabilidad de la pareja. A comienzos de 2013, el PP promovió un pacto por Canarias al que hubo de cambiarle la denominación para eludir confusiones y suspicacias. “Esto ayudaría en las relaciones con el Estado [la Administración general]”, vaticinó Rivero. “Está claro que, en cuestiones como la financiación autonómica, el REF y asuntos europeos, la competencia está en Madrid y, por lo tanto, que los representantes del PP busquen una aproximación beneficia a Canarias”. Pérez observó que se abría “una ventana al consenso” y abogó por aprovecharla.
Dos consejeros de CC en el Ejecutivo regional (Javier González Ortiz y Domingo Berriel) y otros tantos del PSOE (Francisco Hernández Spínola y Paquita Luengo) participaron en las conversaciones “discretas” con el PP en torno al empleo, el crecimiento económico, el REF, la UE y la reforma de las administraciones.
La negociación se articuló en tres mesas de trabajo bilaterales: el Gobierno y la oposición mayoritaria. Paulino Rivero y el secretario general del PP canario, Asier Antona, se vieron y hablaron por teléfono en repetidas ocasiones. Por aquel entonces, Radio Macuto difundió que la sintonía transmitía vibraciones positivas de largo alcance. Cerca del debate anual de política general, el ruido mediático alteró el sistema nervioso de los socialistas. Ante esa automoción de censura que se avecinaba, el PSOE reivindicó su dignidad de socio: interfirió para impedir la afrenta que supondría admitir la enmienda a la totalidad del PP. Existen dos versiones: el bolígrafo de Rivero se detuvo en la perpendicular del último papel o lo lanzó a la papelera ya rubricado.