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¡Es la economía, estúpido! – Por Gerardo Daniel Settecase

Hay frases que debieran presidir los despachos de los políticos tradicionales, recordándoles sus obligaciones y cómo impedir que un electorado hastiado se arroje en brazos de mesías que surgen prometiendo “el oro y el moro”. Ante lo visto en Latinoamérica desde 1998, y desde 2008 por Europa, debiera ser prioritaria, para el político responsable, la frase de James Carville, estratega de la campaña electoral presidencial estadounidense de Bill Clinton en 1992: “La economía, estúpido”. Frase que, si bien buscaba motivación interna para Clinton y su equipo, demostró la estupidez del partido Republicano, que perdió pese a que George Bush padre exhibiera su éxito militar en Irak y el fin de la Unión Soviética, al no solucionar problemas internos: paro, recesión y desigualdad social. Idéntico desinterés, por idénticos problemas de sus habitantes, derrumbaron partidos tradicionales latinoamericanos como en México (PRI), Venezuela (adecos y copeyanos), Argentina (radicales y peronistas), Paraguay (colorados) o Uruguay (azules y blancos), cayendo esos países en manos de improvisados o totalitarios que no pudieron dar “el oro y el moro”, haciendo perder a sus pueblos mas de una década. ¿La culpa? La estupidez de políticos tradicionales incapaces de comprender que no basta con enarbolar banderas partidarias, nacionalistas o éxitos macroeconómicos para mantener al llamado “voto cautivo”, reemplazado ahora por el “voto con una mano en la billetera”. Vista tal estupidez en América, visible ahora tras los resultados electorales en Europa y España, los políticos tradicionales pierden tiempo desgarrándose las vestiduras. Es su culpa. Y si bien es positivo que nuevas expresiones políticas participen en organismos de representación popular, el surgimiento de propuestas mesiánicas e improvisadas demuestran que, también por aquí, ningún político tradicional leyó a Carville: el pueblo no es estúpido. Solo le importa la economía diaria. Ignorarlo sí es de estúpidos.