Por los pelos

por los pelos final

CONRADO FLORES/ ILUSTRACIÓN: VÍCTOR JAUBERT

Bajo la humilde luz de mi flexo leo el mail de un buen amigo y lector que me pregunta: “Conrado, ¿qué nos pasó con el pelo? ¿Cuándo y por qué empezamos a odiarlo? Por favor, aclárame este asunto. Y devuélveme el taladro”. Puede que mientras piensas que tengo amigos un tanto exagerados (que los tengo) y que no devuelvo las cosas (una falacia), hayas fijado tu atención en esos tres pelillos indefensos que comienzan a aflorar sobre tu dedo gordo del pie. No exagero. Desde hace ya un tiempo y exceptuando el cabello y la barba, todo pelo que nos brota en el cuerpo tiene los días contados.

Viajemos al principio. Dicen que Dios creó al hombre y la mujer el sexto día. Fueron días de mucho jaleo y tuvo que dejarlo para el final, a todos nos ha pasado. Creó a Adán y a Eva y los dejó libres y desnudos en el mundo para que se conocieran y copularan felizmente sin que los interrumpiera el sonido del WhatsApp. Y los creó con pelo porque el pelo abriga y donde hay pelo hay alegría. Piensa que pudo ser peor: pudo habernos creado en chándal.

Científicos y genetistas argumentan que con el paso del tiempo perdimos el vello corporal para estar más frescos durante el día. El vello púbico -ese que ya solo podemos ver si recurrimos a antiguas revistas eróticas de los ’80- se nos quedó como un elemento decorativo relacionado con la transmisión de las feromonas sexuales. Todos fuimos como Adán y Eva más o menos hasta 1990. Fue poco después, con la llegada del S.XXI y sin motivo aparente, cuando el ser humano comenzó su radical cruzada contra los pelos.

Dicen los expertos que la moda de la calvicie genital nació con el cine X. Y claro, calvo el kiwi, calvo el cesto entero de la fruta. Poco a poco y sin darnos cuenta comenzamos a obsesionarnos con tener el cuerpo como el culito de un bebé. Se puso de moda y lo nuestro es la interacción. Por eso usamos las redes sociales y por el mismo motivo, de no haberlas, dejaríamos de usarlas. Y cuando tuvimos lampiñas a nuestras mujeres ocurrió lo inesperado: cayó el macho man y con él el modelo de hombre salvaje e hirsuto. De repente nos vimos atrapados y comenzamos a saber lo que es sufrir para estar también a la última. Llegaron primero Calvin Klein y Cristiano Ronaldo. Y mientras se nos caía el pelo de la cabeza surgían el afeitado total y lo que podríamos denominar la depilación o falopecia.

Definitivamente nuestra política de extermino capilar ha llegado a su punto más alto. Hemos vencido, estamos libres de pelos. Ahora solo somos esclavos de la cera, la maquinilla y las cremas depilatorias.