El Partido Popular ha recibido una -merecida- bofetada. Ha sido un castigo sin parangón y es, no le quepa la menor duda, la antesala de la debacle que sufrirá en las próximas elecciones generales. Todavía hoy recuerdo el cinismo con el que afirmaron tras los resultaos de las europeas que habían tomado nota. No parece que lo hayan hecho sino más bien parece que sufren una severa miopía política.
La perplejidad que una siente al observar algunas reacciones no podría ser mayor. Me pregunto en qué mundo vive el PP canario, que mostró su incredulidad por la pérdida de apoyos. Me pregunto también si cuando José Manuel Soria afirma que “tiempo habrá de analizar los porqués” se incluye a sí mismo en el análisis. “El PP debe ponerle remedio a los resultados electorales”, afirmó el presidente de los populares canarios. A partir de ahora, el nuevo éter. Pulula por la política canaria, llena los espacios con bombo y platillo pero, eso sí, desaprovecha cada oportunidad que tiene para cambiar el destino de su partido. Se me ocurre que, quizás, tenga su excelentísimo alguna responsabilidad. Empezando por la designación de la candidata, terminando en la obtención de 12 diputados y pasando por su respaldo a Águeda Montelongo.
En este contexto de despropósitos hay quienes sí suman. En conjunto, son los populares palmeros quienes achican agua de la embarcación torpedeada. Solo hay dos excepciones en toda España donde el PP creció, a saber, Asturias oriental y La Palma. Un trabajo que lleva la firma personal de Asier Antona.
Nada importa ya de qué color se tiña el mapa. La ingobernabilidad de las instituciones es lo único seguro que traerá esta época de cambio de rumbo a no se sabe dónde. Ningún partido político se puede permitir el lujo de no apostar por la regeneración, no aprovechar cada oportunidad que tenga para ofrecer su mejor versión, muy alejada de la que nos están brindando con Rajoy al frente.