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Santa Cruz, novelera (2) – Por Caco Senante

Algunos seguidores de la columna, me han celebrado con cariñosos comentarios la que titulé Santa Cruz, novelera. Ello me lleva a hacer una segunda parte sobre el tema, dejando testimonios que acreditan la condición de novelera de nuestra ciudad. Creo que fue en 1958. Los periódicos y las radios anunciaron que iba a producirse un eclipse solar y que en Tenerife se iba a ver bien. Sucedería alrededor de las once de la mañana y se recomendaba no mirar al sol directamente. Se sugería ahumar cristales y observarlo a través de estos. Y ahí se puso todo el mundo con fósforos y velas a ahumar trozos de cristal. Creo que no hubo ni clase en los colegios. Y la gente se ausentó de los trabajos. Recuerdo ir con mi familia a verlo cerca de Las Teresitas. Pero lo que más recuerdo es cruzarme por la calle, durante todo el día, con gente con la cara tiznada.

A principio de los 60 se anunció para un domingo por la mañana, la actuación en la plaza de Toros de Sansón del Siglo XX, el hombre más fuerte del mundo. Y para allí que fue todo el mundo, especialmente todos los golfiantes de la ciudad. Llenazo en la plaza. Comenzó el show y Sansón hizo todo tipo de alardes de su fuerza extraordinaria.

Lanzó objetos pesados. Levantó pesas con muchos kilos. Dobló barras de hierro. Recuerdo que hasta cuatro personas del público se colgaron a un tiempo de sus bíceps, con la consiguiente ovación. Pero el plato fuerte estaba reservado lógicamente para el final. Sansón iba a demostrar que la fuerza la tenía en el pelo. Estaba dispuesto a arrastrar con su cabellera un camión atado a ella. ¡Y lo logró! Pero entonces cometió un fallo. Iba a repetir la prueba y por megafonía invitaba a 60 personas del público a que subieran al camión y los iba a arrastrar con él. Bajó al ruedo media plaza y al camión se subieron más de 150 personas. Sansón ya no podía con aquello, con el consiguiente jolgorio del público. Hubo que pedir por los altavoces que se bajaran del camión y que sólo se quedaran 60 personas. Aquello se demoró bastante rato, entre comentarios tipo: “Claro, así cualquiera”. Al final, Sansón arrastró con el pelo el camión con los 60 encima.

En febrero de 1959 visitó Tenerife Winston Churchill. Vino con Aristóteles Onassis en el yate Christina, el más lujoso del mundo, propiedad del armador griego. El yate portaba en su cubierta un coche y un hidroavión, para poder hacer excursiones en las escalas. La prensa había anunciado su llegada y un gentío fue a recibirlo al muelle. El momento cumbre fue cuando sir Winston Churchill bajaba por la escalerilla del barco y un mata le gritó: “Chuchi…, qué?, ¿te gusta er Chicharro…, eh?”. Creo que fue el momento que Churchill dijo aquello de: “Las actitudes son más importantes que las aptitudes”.

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