Cómo hemos cambiado (y vestido)

Herman L

MÓNICA LEDESMA

El diseñador canario más internacional, Manolo Blahnik, fue el primero en demostrar al mundo, allá por los años 70, que la moda no conoce fronteras. Desde su isla de La Palma escaló hasta el corazón londinense para sellar su fama y calzar al mundo. Una creatividad gestada en un Archipiélago que, influenciado por el clima y el color de sus paisajes, ha sido cuna y refugio de artistas. Pese a ello, las Islas miraron durante mucho tiempo a la moda desde lejos, una situación que a partir de los años 80 daría un giro radical ante el nacimiento del primer colectivo de moda de Canarias.

Desde que Eva y Adán se cubrieron con hojas de parra en su paraíso terrenal, donde vivían ajenos a tendencias y estilos, la moda ha estado presente, de una manera o de otra, en la sociedad. El ser humano comenzó desde la Prehistoria a cubrir su desnudo cuerpo con pieles para mitigar el frío, vestimentas que portaron los aborígenes canarios y que, adscritas a la necesidad, se fueron sofisticando en épocas posteriores hasta llegar a mediados del siglo XVIII, cuando la Revolución Industrial marcaría un hito en el devenir del sector textil.

Los expertos coinciden en que la moda, como tal, se inició en el año 1900 con la llamada silueta S, creada por el uso del corsé femenino que empujaba el busto hacia arriba y estrechaba la cintura. Una moda que fue seguida por las clases altas y la realeza europea y en la que radica el origen de la profesión de modisto o modista.

En el caso de Canarias, el gusto por la moda europea estuvo estrechamente ligado al devenir socioeconómico del Archipiélago, que gracias a su ubicación geográfica, convirtió a las Islas en parada obligatoria de barcos que transportaban mercancías y pasajeros hacia otros continentes. Un deambular de razas, culturas, tradiciones y, por supuesto, de estilos, que dejaron huella en los inicios de una sociedad canaria en la que aún convivían trajes típicos campesinos con el lujo que llegaba allende los mares.

Los años 60

No sería hasta los años 50 y 60 cuando Canarias daría un giro de 180 grados en su economía, vinculada principalmente al boom turístico. Alemanes, ingleses y centroeuropeos llegaban a las Islas en busca de sol y playa, trayendo consigo nuevas influencias en la forma de pensar y de vestir. Eran años en los que la música movía al mundo, y el rock and roll marcaba tendencias y la televisión iniciaba sus primeras emisiones en blanco y negro, contribuyendo a afianzar la constante búsqueda de identidad de un pueblo bañado por el mar.

La década de los sesenta trajo consigo un importante auge comercial para la región, centralizado principalmente en las Islas mayores y en los primeros núcleos turísticos, donde la moda prêt-à-porter empezaba a mostrarse en escaparates, alejándose de vendedores ambulantes y costureras que marcaron hasta ese entonces los primeros pasos del diseño textil.

En Santa Cruz, tiendas como Kolman, La Flor del Líbano, Gutiérrez Machín, Prat, Vogue, Petit París o Peceño fueron pioneras en ofertar vestidos, complementos y hasta figurines traídos desde Barcelona o Francia para mujeres y hombres que buscaban vestimentas más europeas. Mientras que en La Laguna los almacenes Ramos, Wehbe, Borrella, Gámez o Gómez Linares eran los encargados de vestir a precios más asequibles a las nuevas generaciones.

En cuanto a los looks, la tendencia era el cabello corto y los cortes geométricos, así como las minifaldas que convivían con pantalones campana y blusas holgadas de grandes lunares o flores, dejando entrever la época hippy que se aproximaba. Un nuevo estilo que se imponía al más clásico y elegante revivido por damas como Jacky Kennedy, adicta a los trajes Chanel, o Audrey Hepburn, musa de Givenchy, que fue dando paso a una moda más 70’s en la que estampados psicodélicos y maxi prendas se erigieron en símbolos de la juventud.

Fueron tiempos de cambios que tuvieron su reflejo en la prensa de las Islas, gracias a la publicación en 1962 de CANARIAS GRÁFICA, la primera revista del Archipiélago dedicada a cubrir una vida social, circunscrita en aquellos años a las clases más altas que acudían a fiestas en casinos, liceos o clubs. Igualmente, otras publicaciones internacionales, como el magazine francés Mademoiselle, también se fijaron en el Archipiélago como plató natural para fotografiar a sus maniquíes, las cuales mostraban las tendencias más parisinas entre la arena de las playas que servían de imán a los turistas.

Los 70 de Travolta

La década de los setenta cambió radicalmente la forma de pensar, de vivir y, por supuesto, de vestir. Desde Estados Unidos, país castigado tras la Guerra de Vietnam, comenzó a gestarse un movimiento sin precedentes que nacería en San Francisco para extenderse por el resto del mundo. Llegaba la era hippy. Bajo el famoso peace and love, las canciones de los Beatles, la droga y las manifestaciones de jóvenes abanderaron una revolución que, indudablemente, tuvo su reflejo en la forma de vestir.

En ese tiempo, Canarias seguía los acontecimientos que pasaban al otro lado del mundo gracias al NO-DO, los medios de comunicación existentes y las noticias que llegaban con los turistas, que seguían visitando las Islas gracias a nuevos aeropuertos como el Reina Sofía en Tenerife o el de Gran Canaria, junto a la construcción de enlaces como la TF-1, autopista que unió municipios y que contribuyó a que la moda viajara de un punto a otro.

Años en que el estilo se convirtió en tendencia, surgiendo los clásicos pata de elefante, las camisas indie, los holgados vestidos bohemios y las botas altas y decoradas que convivían con zuecos y sandalias. El pelo se alargó en señal de rebeldía y las míticas gafas Lennon o las chaquetas y pantalones de pana llegaron para quedarse. No obstante, sería a finales de esta década cuando John Travolta y su Fiebre del sábado noche transformaron las vestimentas enfundando al hombre en pantalones campana y chaquetas de grandes solapas. Moda yé yé que también se impuso en las mujeres a través de la pequeña pantalla, sobre todo, con las azafatas del programa Un, dos, tres… de Chicho Ibáñez Serrador, presentado por Kiko Ledgard o con las cantantes y actrices Conchita Velasco o Marisol.

La sociedad canaria empezaba a tener más interés por vestir a la moda, aunque hasta ese momento vinculada a la exportación. No obstante, sería el Carnaval la principal llave que haría relucir el gran derroche de creatividad de los isleños. Un nuevo despertar, tras las prohibidas fiestas de máscaras, al que se sumaron los certámenes de belleza femenina, en los que tinerfeñas como Noelia Afonso lograron coronarse como Miss Europa (1969).

Cambios que impulsaron una necesidad de contar con moda propia y que llevaron a tiendas como El Globo, Las Tres Muñecas o El Kilo a ser referentes de tejidos y accesorios para las fantasías carnavaleras, las novias de antaño o las fiestas de postín, y donde costureras como Isabel Coello, Olga Padilla o doña Hermógenes, junto a sastres como Manolo Acosta, fueron piezas clave a la hora de vestir a la sociedad tinerfeña.

Una moda hecha a medida que se vio afectada con la apertura de los primeros revolucionarios comercios de masas como Galerías Preciados o el Número 1, junto a las revolucionarias boutiques exclusivas como Juan 2 o la Tienda Negra, que abrieron en esos años sus puertas para vender la moda más en tendencia. Nuevos espacios del diseño en serie que se afianzaban en las Islas, a medida que también iniciaban su andadura las primeras academias privadas de corte y confección como Goymar o Maijo, ésta última al frente de Expedita Hernández. Escuelas donde germinaron nombres actuales de la moda tinerfeña como Juan Carlos Armas, Ascensión Gómez o Carlos Nieves, entre otros. La moda canaria daba sus primeros pasos.

Los años 80

Si existió una década que marcó un hito en cuanto a moda, ésta fue sin duda la de los 80. Influenciada por el estilo punky que llegaba desde Europa, sobre todo desde Inglaterra, la ropa interior comenzaba a hacerse visible por primera vez, mientras que los colores flúor, flecos, cuero, estampados y maxi hombreras marcaron una época de excesos entre peinados encrespados y prendas superpuestas. La música volvió a regir las tendencias a través de grupos icónicos como Abba, para ir dando paso a estrellas del pop como Michael Jackson y sus chaquetas de hebillas, Madonna con sus crucifijos y ropa lencera o Miguel Bosé con su revolucionaria falda. Ídolos de una juventud que salía a la calle con medias de rejilla, pantalones pitillo y blusas de encaje rompiendo esquemas y clichés establecidos.

Fue el tiempo de la movida madrileña, de las películas de Almodóvar, de los excesos y de la opulencia. Época en la que Canarias despertaba de su letargo y en la que comenzaban a surgir nombres que marcarían el rumbo del diseño actual. Creadores que, en su mayor parte, siguen hoy en activo y que ataron sus inicios al Carnaval o a los concursos de belleza, como fue el caso de Justo Gutiérrez, Luis Dávila, Leo Martínez o Sedomir Rodríguez de la Sierra, entre otros.

Asimismo, otros tinerfeños apostaban en esos años por marcharse fuera para ampliar su formación junto a figuras de la moda nacional, siendo ejemplo de ello Leo Martínez, Lucas Balboa o Juan Carlos Armas. Un aprendizaje que no tardaría en regresar con savia renovada a las Islas.

Paralelamente, en 1985 otros grandes nombres de la moda de Tenerife hacían su aparición: Marco Marrero y María Díaz (hoy M&M), quienes se alzaron como cofundadores del proyecto Moda Arte en Puerto de la Cruz, con el que apostaron por unificar un colectivo emergente que intentaba abrirse camino en el sector.

La moda canaria empezaba a marcar un rumbo, aunque no sería hasta 1986, y bajo la presidencia de Jerónimo Saavedra, cuando el Gobierno regional apostó firmemente por este sector del diseño como uno de los motores impulsores de la economía, naciendo así la marca Moda Hecha en Canarias que aglutinaría a creadores como Lucas Balboa, Cristina Gámez, Josefina Mañé, Momo Marrero o María Mía. Un primer colectivo regional que iniciaría su andadura bajo la dirección de Vicente Blanco para, un año después, dar su primer gran salto a pasarelas nacionales como Gaudí o Cibeles e inclusive a países latinoamericanos como Venezuela.

Arte con acento canario que empezaba a despuntar a pesar del escaso tejido industrial existente, lo cual no fue impedimento para que con esfuerzo, y sobre todo, ilusión, la creatividad isleña comenzara a hacerse visible. Una época dorada en la que surgieron las primeras agencia de modelos canarias, como Nice People u Olé, las cuales se encargaban de formar a maniquíes, contribuyendo al despegue del sector textil y, vinculado al mismo, el de la peluquería y estética.

El auge del diseño canario se transformó en bonanza y casi entrando en los 90 impulsó la vida social de las Islas entre numerosos desfiles que se celebraban en lugares tan emblemáticos como el Hotel Mencey, el Liceo Taoro, la sala Andrómeda del Lago Martiánez, el Casino de Santa Cruz, el parque Viera y Clavijo, el Teatro Guimerá e inclusive la plaza de La Candelaria, que se transformaron en pasarelas para acoger las colecciones de diseñadores isleños e incluso las que patrocinaban los grandes establecimientos.

Los años 90

Un nuevo estilo grunge y urbano llegó con los años 90, convirtiendo al piercing y los tatuajes en parte más de los complementos. Fue una década donde las prendas se llevaban amplias, tanto en mujeres como en hombres, y en la que triunfaban zapatillas como las ‘Victoria’, petos vaqueros, maxi jersey o sudaderas que convivían con el brillo del maquillaje corporal, los top bandana, los collares tatuaje o las grandes lazadas en vestidos y pelo.

La moda made in Canarias seguía también esta tendencia, aunque intentaba mantener una seña de identidad propia entre sus creaciones, transformando faldas típicas, calados artesanales o sombreros campesinos en diseños más modernos que lograron triunfar a nivel nacional. El colectivo de creadores afianzaba sus pasos hacia el exterior, a la par que nacían los primeros certámenes de Jóvenes Diseñadores impulsados desde el Gobierno regional.

Pese a esta bonanza, lo cierto es que diversas circunstancias políticas sentenciaron a mediados de los 90 el fin de un gran proyecto de moda conjunta, asumiendo a partir de entonces los cabildos de Tenerife y Gran Canaria, respectivamente, la disgregación de las firmas de moda que lo integraban. Una desunión de la que nacería, en 1995, el programa de apoyo al sector textil de Tenerife Moda y, un año después, haría lo propio el de Gran Canaria Moda Cálida.

La división provincial de la moda implicó que cada colectivo tomara un rumbo distinto a la hora de organizar e impulsar a sus respectivos diseñadores, pero permitió incorporar a nuevas firmas y empresas que nacían por esos años. No obstante, llama la atención que la mayoría de los que integraron el pionero grupo de moda no siguieran vinculados a los emergentes programas, llegando en algunos casos hasta abandonar el sector.

De esta manera, mientras las dos provincias sentaban las bases de sus respectivos colectivos de moda, otro acontecimiento importante ocurría en las Islas, centrando en la llegada de los primeros centros comerciales. El Corte Inglés, junto a la apertura de otras grandes superficies y la inclusión de las franquicias, se tradujeron en horarios y precios más flexibles para el consumidor, los que dañó directamente al pequeño comercio y a las boutiques de marcas especializadas.

Los programas canarios de apoyo a la moda, que han continuado hasta la actualidad, siguieron cobijando a empresas vinculadas al sector, aunque adaptándose a la nueva demanda y esa especialización por sectores que reclamaba el cliente. Joyería, alta costura, baño, zapatos, complementos, novias, moda hombre, mujer o infantil centralizaron así el camino de la producción.

El nuevo siglo

El cambio de siglo supuso un auge y una revalorización del concepto de marca ante una sociedad cada vez más exigente, lo que convirtió a la moda en sinónimo de estatus social. Canarias no quedó exenta del revival del nuevo lujo, lo que se tradujo en un rápido crecimiento de empresas y puestos de trabajo vinculados al sector textil. En esta primera década surgieron la gran mayoría de las firmas actualmente adscritas a los respectivos colectivos de moda. Se apostó por abrir mercado, por acudir a ferias nacionales e internacionales y, sobre todo, por diversificar un producto que contara con parámetros de calidad.

Nuevas revistas sociales comenzaron a nacer y a encontrar en la moda un filón con el que atraer a más lectores, dentro de una sociedad cada vez más interesada en consumir moda y que se apoyaba en las nuevas tecnologías y en una mayor oferta a precios competitivos.

Inicios de un siglo en el que primaba un estilo desenfadado y minimalista a la hora de vestir, aunque siempre en tendencia con las pautas que dictaban las estrellas de la música o del cine. Es por ello que del 2000 al 2005 reinaran entre los jóvenes los pantalones anchos y caídos tan popularizados por cantantes de rap, hip hop o reggaeton. El denim también marcó un estilo con grandes roturas en rodillas y muslos, así como los colores pastel, los leggings y los estampados que imitaban la piel de leopardos, tigres o cebras (animal print). Fue una moda sin ataduras, pero en la que la oferta llegó a superar la demanda.

El sector textil estaba en pleno apogeo ante las ansias consumistas de la sociedad, pero con el inicio de las crisis, en 2008, todo cambió. Muchas firmas se vieron obligadas a desaparecer ante la paralización de la economía y el consecuente cierre de negocios, mientras que las que lograron sobrevivir tuvieron que readaptarse a un mercado sin demanda, bien limitando su producción o acudiendo a terceros países en busca de mano de obra más barata. Tiempos difíciles que dejaron muchos sueños por el camino y que sumieron a la moda en un vaivén de desencuentros.

Comenzaba a dibujarse un nuevo concepto de mercado dirigido a las clases más altas, ávidas de una moda artesana, lujosa o trasgresora. Fue por ello que el Gobierno de Canarias decidió reforzar la hasta ahora limitada formación de los futuros diseñadores canarios e impulsó las enseñanzas especializadas en las Islas, dando relevancia académica a las Escuela de Arte y Superior de Diseño de Santa Cruz de Tenerife y de Las Palmas de Gran Canaria, al igual que ofertando nuevos grados en el IES Las Indias o en la Escuela de Arte Manolo Blahnik en La Palma.

Igualmente, el Cabildo insular, a través del programa Tenerife Moda, rescató la anterior fórmula de los concursos de Jóvenes Diseñadores, convocando a partir de 2011 y hasta hoy en día estos certámenes que sirven de plataforma empresarial a creadores noveles. Asimismo, y como refuerzo promocional de las firmas vinculadas al colectivo, a partir de 2013 el concurso ha ido acompañado de las Jornadas Profesionales de la Moda, en las que las marcas adscritas presentan sus colecciones en pasarela.

Lo cierto es que en los dos últimos años, la moda en Canarias ha crecido y se ha nutrido con destacados creadores que han paseado con orgullo el nombre de las Islas por importantes pasarelas nacionales e internacionales o han tenido presencia en ferias destacadas del sector, ampliando puntos de venta por todo el mundo y dando un valor añadido al diseño regional.

En la actualidad, Tenerife Moda está integrado por 45 empresas y 50 marcas, a las que se han añadido enseñas especializadas en artesanía, moda hombre, baño o complementos que el pasado año cerraron con casi 15 millones de euros de facturación. Mientras, Gran Canaria Moda Cálida, acoge a casi una treintena de firmas, la mayoría especializada en baño, y entre las que destacan Croissier, Lenita & XTG, Antonio Sangoo, María Mía, Alida Domínguez o Phobos.

Cabe destacar que, aparte de los colectivos de moda canaria, también coexisten diseñadores y firmas independientes que han logrado un merecido hueco dentro del sector sin apenas recibir ayudas públicas. Pequeñas empresas –la mayoría creadas a raíz de la crisis – que han contribuido a reciclar tendencias y estilos logrando un hueco en un competitivo mercado gracias a las redes sociales y al e-commerce.

Lo cierto es que la moda en las Islas ha vivido en los últimos 50 años una transformación sin igual, tras pasar de una inexistente producción a ser hoy en día un sector en plena expansión. Existe un revival de tendencias, de iniciativas emprendedoras, de desfiles y presentaciones y, sobre todo, de puntos de venta que han logrado que el diseño acuñado en las Islas triunfe en lugares tan diversos como Madrid, Barcelona, Miami, Colombia, Rusia, Emiratos Árabes, Bélgica, Francia, Londres, Alemania o Italia, entre muchos más. Nuevos mercados que ahora se visten del ‘made in Canarias’.