avisos políticos >

Cosmética – Por Juan Hernández Bravo de Laguna

El día después de unas elecciones en las que tu partido ha sido derrotado no se puede afirmar que no se ve la necesidad de hacer cambios, para cuarenta y ocho horas más tarde reconocer que se van a hacer en el Gobierno y el partido. No se puede, pero Mariano Rajoy lo ha hecho, en una prueba más de su condición de mal político y pésimo comunicador, amigo de no hacer nada y dejar que los problemas se resuelvan solos. Una de las claves del intenso cambio político y partidista que estamos experimentando -traumáticamente- en este país reside en las deficientes cualidades políticas del presidente y su estrategia suicida, que ha arrastrado a su partido y al conjunto de la ciudadanía a una crisis que aún no sabemos cómo va a terminar. Una crisis que ha entregado decisivas parcelas de poder, comunidades autónomas representativas y los mayores ayuntamientos de España a fuerzas y organizaciones radicales antisistema, es decir, antidemocráticas; unas fuerzas y organizaciones que utilizan la democracia y los procedimientos democráticos no como un fin en sí mismos, sino en calidad de instrumentos de usar y tirar. En eso se parecen a algunos nacionalismos.

Porque el problema no es que sean de izquierda o de extrema izquierda (se puede servir a la democracia desde la derecha o desde la izquierda), el problema es precisamente que ni creen en la democracia ni tienen el menor respeto por la Constitución y las leyes; el problema es que asumen una concepción guerracivilista de la realidad social y política española, y que están obsesionados por ganar una guerra civil que creen haber perdido hace casi un siglo, aunque entonces ni habían nacido; una guerra civil que la Transición intentó borrar de nuestra memoria colectiva. Pero el irresponsable zapaterismo, antecedente inmediato de lo que está sucediendo, se encargó de resucitarla para desgracia de todos los españoles. Durante la tarde del pasado miércoles flotó en el ambiente la sensación de que el anuncio de los cambios en el Gobierno podría producirse de manera inminente, esa misma tarde. Sin embargo, fiel a su estilo, Rajoy se encargó de enfriar las expectativas: “No, no sé de dónde ha salido eso”, había dicho antes el jefe del Ejecutivo sobre la remodelación gubernamental, para después despachar los cambios con el Rey, según es constitucionalmente preceptivo. Eso se llama no guardar ni las formas. En definitiva, el presidente ha apurado los plazos con el objetivo de vincular los cambios en el Gobierno y en el partido, por lo que convocó el jueves a primera hora de la tarde al Comité Ejecutivo popular, en el último trámite antes de hacer públicos los cambios y las remodelaciones.

La derrota en el Ayuntamiento de Madrid, feudo tradicional del Partido Popular, una derrota propiciada por los votos socialistas a favor de los antisistema, ha sido especialmente significativa y ha comportado importantes consecuencias para la ciudadanía y para el Partido Popular. La gestión de la anterior alcaldesa puede ser debatida y presentar luces y sombras, pero, por ejemplo, es indiscutible su política económica y financiera, que en cuatro años redujo la deuda municipal a la mitad, de siete mil a tres mil quinientos millones de euros; una reducción que ahora corre un gravísimo peligro con los nuevos ocupantes del poder madrileño. Esta derrota municipal ha originado también el enésimo enfrentamiento entre Esperanza Aguirre, la todavía líder del sector liberal del partido y candidata derrotada por una alianza de perdedores, y Rajoy. Ella ha dimitido de su cargo de presidenta regional popular, que ha desempeñado durante más de veinte años, y ha solicitado al presidente la convocatoria de un Congreso Extraordinario también regional para hacer frente a la nueva situación. La solicitud es congruente con lo ocurrido, pero está claro que Rajoy no va a convocar nada y se va a refugiar en la costumbre de celebrar los Congresos regionales después de los nacionales. Porque, en contra de lo publicado por algunos medios, esa secuencia es una costumbre y no un mandato estatutario. En cualquier caso, la convocatoria de ese Congreso solo la puede realizar Aguirre con la autorización de la dirección nacional.

La candidata popular obtuvo la mayoría relativa de votos y fue derrotada por el apoyo socialista a favor de los antisistema, en lo que constituyó una alianza de perdedores. Está plenamente justificado entonces el reproche de Rajoy a Pedro Sánchez en la sesión de control al Gobierno del pasado miércoles, porque el secretario general socialista se había comprometido durante la campaña a no apoyar a candidaturas radicales y antisistema. Es evidente que el PSOE juega un papel central y vertebrador en la política española, y su obsesión por derrotar al PP en todos los escenarios y en no ser sobrepasado por la izquierda es peligrosa para el futuro de nuestra democracia. Su pirueta de apoyar la elección de Manuela Carmena y permanecer en la oposición ni tiene un pase ni justifica lo sucedido.
La Asociación de Perfumería ha enviado una carta al portavoz del Grupo Popular en el Congreso para expresar su malestar y mostrar su incomodidad por el uso de la expresión “cosméticos” en un sentido peyorativo, al afirmar que los cambios en el Gabinete de Rajoy no iban a ser cosméticos. Lo sentimos por la Asociación, pero han sido aún menos que eso.