Alguien podrá pensar que me quiero pasar de intelecto o insolencia, y nada de eso pasa por mi cabeza, además, aunque quisiera, mi pobreza intelectual no me lo permite. Que pienso, que si las redes sociales están ahí, son para que todo el mundo pueda utilizarlas, que se sepa: no hay leyes, ni códigos que exijan un perfil didáctico concreto para intervenir a título individual o colectivo. Vayamos al fondo de la cuestión.
No es un servidor el que tiene interés en interpretar o calificar a los usuarios/as de Facebook, Twitter, Instagram o Google, sino que lo ha hecho uno de los grandes, filósofo y escritor, del siglo XX/XXI, el célebre Umberto Eco, nada más, y nada menos, que el autor, entre otras, del best seller El nombre de la rosa. Pues este insigne pensador y literato comenta: “Las redes sociales han generado una invasión de imbéciles que le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas que antes hablaban sólo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad y ahora tienen el mismo derecho a hablar que un premio Nobel. Es la invasión de los necios”.
En mi opinión, don Umberto Eco puede ser el magnate de los ilustrados del mundo, y cuenta con mi admiración y respeto, pero no tiene patente de corso para decir una horripilante estupidez. Es claro y notorio, que este librepensador no tiene ni puta idea de la transformación social que ha representado Internet, y de manera especial, las redes sociales. Sencillamente, Umberto Eco renuncia a los avances de la ciencia y la tecnología, porque ignorar que las redes sociales son la mejor herramienta hasta ahora inventada para la difusión del conocimiento y la información, es de gilipollas.
Para mí el Facebook es una inmensa vía de comunicación en la que interactuamos personas, identificadas o anónimas, compartiendo reflexiones, mensajes, deseos, críticas, aplausos, sonrisas, enfados, imágenes, adhesiones, y todo, entre seres humanos inmersos en la sociedad universal. Mire don Umberto: ¡Mándese una papa!