soliloquio>

Un humilde voto

¿Qué es un voto? Para la RAE la palabra voto tiene muchas acepciones, tras enseñarnos que viene del latín votum. A lo que me trae me basta con las dos primeras; un voto es expresión pública o secreta de una preferencia ante una opción, y, la otra, un gesto, papeleta u otro objeto con que se expresa tal preferencia. Siguiendo con esta querida palabra, podemos convenir algo sobre ¿cómo es un voto? En una primera aproximación se me ocurre como un acto íntimo que a veces se escoge junto al grupo al que te debes -aquí anida la traición-, ya se sabe que tras los partidos, sectas, plataformas, congregaciones y tantas otras uniones populares al uso se oculta mucha gente interesada que viene a comer y no a poner la mesa. Pero, lo que sí es, sin lugar a dudas, es algo que nos hace iguales. La muerte también nos hace iguales, una persona un voto y una persona una muerte, el resto se debe a cada cual y al endemoniado destino. De aquí su importancia y el despiste que causa entre los que los esperan, necesitan y desean más que a su vida. Porque, un voto solo, sin compañía, se hace valer poco. Pero, cuando se unen para defender una idea o protegerse de un abuso, pasa lo que pasa. En resumidas cuentas, lo que hemos visto hace unos días. Y es que capitales tales como: Madrid, Barcelona, Zaragoza, Valencia, Cádiz y otras han cambiado de panorama por la suma de los hartos votos de una parte de la ciudadanía. El voto también nos iguala por abajo, de esta certeza se habla poco. Dicho lo cual, observe: Roberto Gil, que fue miembro de la mesa de edad como consejero más joven del Cabildo, fue más allá y prometió “acatar la Constitución hasta que la ciudadanía tome el control de las instituciones y las ponga al servicio de la gente”. Prometió trabajar, concluyó, por “una Isla que no vuelva a ser silencio amordazado”, en recuerdo al poema de Pedro García Cabrera. Claro que, hacerse adulto consiste en reconocer los momentos en los que se fue rematadamente tonto. Yo respeto su voto y sus ideas, a pesar de todo. No me voy a amilanar por los apocalípticos aburridos que viven en todas las opciones políticas. Para Mariano y sus Celtas Cortos, hay que disfrutar porque esto se va a acabar en manos de los estalinistas chavistas y maduros del tal Iglesias, que se va a dar la vuelta a su ruedo ibérico, para desde su Pablo móvil decir toda suerte de sandeces huecas que no concretan nada, la primera en Cádiz: “En política, como en el blues y el jazz, hay que saber improvisar”. Ya te digo.