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Una lección de dignidad – Por Teresa Cárdenes

Llevan a sus espaldas casi siete años de lágrimas y la desesperación infinita de saber que no volverán a ver a los suyos, muchas horas de impotencia y un calvario de soledades, pero poco a poco la sociedad empieza a reconocerles el servicio impagable que prestan a todos los españoles. Se trata de la asociación de víctimas del vuelo JK5022 y de su presidenta, Pilar Vera, que recogerá el 23 de junio próximo la medalla de oro de Las Palmas de Gran Canaria con que la ciudad ha querido reconocer el trabajo ingente hecho por este colectivo.

El luto no cesa jamás en el corazón de las madres y los padres que han de enfrentarse a la tragedia contra natura de tener que enterrar a sus hijos. Eso lo saben muy bien muchos de los miembros de la AVJK5022, que sin embargo han hecho una admirable reconversión de sus tragedias personales para que los suyos no hayan muerto en vano. No solo madres y padres. También hijos, hermanos, tíos, sobrinos… Personas que tras aquel fatídico 20 de agosto de 2008 vieron su normalidad cotidiana pulverizada junto al arroyo de la Vega de Madrid-Barajas y el amado nombre de los suyos en la lista interminable de 154 fallecidos. Han vivido un calvario indescriptible y tenido que soportar horas atroces. Primero esperando para encontrar a los suyos, en algunos casos durante agónicas semanas enteras. Después enfrentándose a la impotencia brutal de ver cómo se daba carpetazo en la vía penal al caso JK5022. Más tarde desesperándose ante la inhumana frialdad con que una compañía de seguros tasó la vida de los suyos como si la hubieran perdido en un simple accidente de tráfico. Golpe tras golpe. Enfrentándose a un revés judicial tras otro. Y sin embargo, a pesar de toda esa montaña de dolor, sin dar su brazo a torcer en la batalla que estas personas emprendieron nada más remontar ligeramente el dolor insoportable de la pérdida: la batalla por la seguridad aérea y la dignidad de las víctimas. Primero en España y ante sus instituciones. Más tarde ante los ojos del mundo y en los organismos internacionales.

Es posible que muchos ciudadanos no lleguen a saber jamás cuántas horas, cuánto esfuerzo y cuántas lágrimas lleva esta gente acumulados en ese empeño de hacer más digno el trato a aquellos que fallecen en un accidente aéreo o a las familias que se ven en el trance de tener que soportarlo. Porque hay historias que no pueden contarse para no herir aún más a aquellos que ya sufren. Y encuentros de trastienda cuyo relato es imposible porque revelarlos significaría dar al traste con los objetivos perseguidos. Pero lo cierto es que, si alguna vez alguien quisiera escribir la historia de la seguridad aérea en España y el trato mínimamente digno exigible para las víctimas, nunca podría hacerlo sin colocar a la AVJK5022 y a Pilar Vera en el eje donde se separan el antes y el después. Aunque quede mucho camino todavía por recorrer, a la asociación y a Pilar Vera le debemos todos los españoles que España tenga al fin un estatuto de asistencia a las víctimas y también una red que agrupa no solo a las familias del JK5022, sino a otras muchas, como las del Metro de Valencia o el tren de Angrois, que han vivido tragedias análogas. Siniestros unidos además por la sospecha razonable de que muchas muertes podrían haberse evitado con un esmero cuidadoso en la exigencia y los controles de seguridad. Familias que saben además cuánto dolor añadido representa el olvido y la indiferencia de la sociedad.

Ninguna medalla va a reparar el cráter que los padres, madres, tíos, hermanos, hijos o abuelos golpeados irremisiblemente aquel 20 de agosto de 2008 llevan en el corazón desde entonces. Pero al menos, su entrega hará que volvamos a mirarles y a comprender cuánto han hecho por todos nosotros y cuánto les debemos en términos de dignidad. Gracias, AVJK5022. Gracias, Pilar.

@teresacardenes