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Maquiavelo entra en los ayuntamientos – Por José L. Conde

Decían en la campaña electoral que venían tiempos de cambio, de diálogo, de pactos duraderos, de buscar encuentros para evitar que la distancia con la sociedad fuera cada vez más profunda. Sin embargo, esa fragmentación del voto ciudadano, esa entrada de nuevos partidos, esa demandada necesidad de acabar con las mayorías absolutas ha traído otros problemas. Para que exista el diálogo hace falta que al menos dos personas estén dispuestas a iniciar una conversación, pero a veces la realidad es tan tozuda que en municipios pequeños, precisamente los del Sur de la Isla, los mínimos roces se van agrandando hasta que se convierten en heridas que ya no cicatrizan. Pero no porque la medicina no sepa resolverlos. Es simplemente que como decía Thomas Hobbes, y repetía hasta el cansancio José María Hernández Rubio, en su cátedra de Derecho Político, “el hombre es un lobo para el hombre” y más aún cuando se trata de ejercer el poder. Viene esto a colación porque en algunos municipios se dan casos claros de “yo con ése no gobierno ni loco”, aunque me lo manden los responsables de las negociaciones los todopoderosos Hernández Spínola y Barragán, quienes hacen una lectura cascada, pero de cascar (estropear o dañar algo, según la Real Academia Española) algo como es el funcionamiento de los ayuntamientos, esa corporación próxima al vecino que con sus votos se ha decidido claramente por una opción y que ahora podría ver que el grupo más votado pasa a la oposición, el más castigado y penalizado entra a gobernar y, en otros casos, por un quítame allá esos pelos le damos la vuelta a la tortilla. Todo en aras de la gobernabilidad y del proyecto Canarias, porque el concejal electo no se presenta a las listas de manera individual sino bajo el paraguas de unas siglas cuando hasta ahora se decía que en los pueblos se votan personas. No parecería más lógico que los representantes de CC y PSOE, en vez de enmarañar la vida municipal, se dedicaran a tratas otros temas de tanta enjundia como puede ser la reforma electoral, el respeto a las mayorías absolutas decididas soberanamente por los ciudadanos y no por la suma de concejales, las mociones de censura en base a gestiones nefastas y no a recuperar alcaldías simplemente por el hecho de un quita y pon, a liberar concejales en función del trabajo y no de los votos necesarios en cada una de las propuestas del grupo de gobierno. Quizás este sea el trabajo que les han pedido a los parlamentarios que desempeñen en sus horas de trabajo y no hacer lecturas torticeras de los resultados electorales para acabar en aquello que refería Maquiavelo de “preocúpese, pues, el Príncipe de mantener y salvar la existencia del Estado y los medios de que se valiere serán siempre considerados honrosos y por todos aplaudidos”.