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Mohamed Osman – Por Luis Ortega

A los atractivos de las fiestas mayores de La Orotava debemos añadir la exposición que, en los últimos veinte años, con puntualidad y notables sorpresas, cuelga Mohamed Osman en el Liceo de Taoro. El esplendor de la luz es el título elegido para esta ocasión y un bautizo acertado en cuanto se compone de vastos panoramas rurales y selectos encuadres urbanos, animados por sabios destellos y líneas de sombra y, en algunos casos, por la presencia de viandantes, que resumen hitos monumentales y descubren imágenes elegidas y sugeridas con tanto talento como sensibilidad.

Bajo el imperio luminoso que anuncia el verano, y con la atmósfera transparente y alegre que identifica su pintura, este 2015 rindió un generoso homenaje al lugar que eligió para residencia y trabajo y lo hace en fechas señaladas y cuando todos los caminos miran al Valle de Taoro que, dentro de Canarias, es el que cuenta con la más extensa y elogiosa literatura viajera. Con las gamas cálidas, doradas y rosas, que identifican su producción y, como rotundo contraste, con iluminaciones frías que resaltan sus composiciones ajustadas y de exacto dibujo, nos brindó una síntesis personal que se detiene en los descansos del relieve, en la majestuosa cuesta que desde la cima isleña – el Teide, presente y elíptico a la vez – respalda a la cuadrícula local, formada por las más diversas y exigentes expresiones de nuestra arquitectura tradicional, cuyas materias capitales – piedra, mampuesto, cal y madera – se protegen por severas cubiertas de teja árabe. Una vieja afirmación le da al arte el doble valor de la representación y la ausencia; Osman lo resume a la perfección en tanto trabaja con seguridad y mimo los factores explícitos y esboza, con sabio lirismo, la sombra de un gesto o de una construcción, un árbol o una palmera que es una tilde de vida y movimiento con tanta eficacia como una presencia humana. En las canónicas imágenes reunidas destacan una sugestiva dualidad que, con el pretexto funcional de la ventana, equipara una visión de la inolvidable Florencia y de su plaza del duomo, con otra del corazón de la Villa, con la plaza de la Concepción, y el ornato gótico del pueblecito medieval de San Gimignano, al norte de Siena, con detalles de portadas de piedra, floridos patios y balcones abiertos y cerrados, que lucen como quintaesencia del arte colonial que, ensayado y desarrollado en Canarias, proyectó también su gloria al otro lado del Atlántico. Una notable aportación al paisajismo canario, realizada con indiscutible solvencia y amor, cualidades que justifican y ennoblecen cualquier tarea creativa.