1. Acabo de sufrir un lapsus mentis, una falla de la memoria, y me olvidé totalmente de lo que tenía que escribir. Pensarán ustedes que se trata de una excusa para no hablar de algo que me apetecía, pero, no, es rigurosamente cierto. Tenía un tema y se me jodió. Lo dramático para el escritor de todos los días es, o que le falle la cereta o que no tenga de qué escribir, que viene a ser lo mismo. Ahora que me han metido en polémicas parece que revivo. Lo importante es que hablen de uno, aunque sea bien. Lo más absurdo que he escuchado en estos días es un anuncio inapelable: “El viernes te embargan tus cuentas”. Esto es imposible. Yo sólo tengo una cuenta -la de mi pensión- y mi pensión es inembargable. Así de sencillo, así de crudo, así de dramático después de ¡45 años! de profesión haciéndolo medianamente bien porque de lo contrario mis artículos y mis libros y mis programas de radio y de televisión no tendrían tanto éxito. Ahora, unos cuantos tiñosos me han puesto de moda, muy a mi pesar, porque yo ya ando harto de estar de moda. Quiero que me dejen morir tranquilo y que no me duela la pierna. Ay.

2. En mi amplio protocolo de artículos que hablan de mí, o que he escrito con estos deditos, no guardo ni uno solo que me ponga a parir. Los pocos que me han puesto de chupa de dómine en mi vida, casi siempre acudiendo el otro a la calumnia, los tiro a la papelera. Sin leerlos. Siempre hay un alma caritativa que te los recorta, pero yo no los quiero. Soy feliz con las cosas positivas, detesto las malas noticias y gozo cuando a alguien le va bien.

3. En fin, que el lapsus mentis me ha impedido contarles lo que yo quería, pero seguramente me volverá la inspiración. Don Juan Vidal, médico, de gratísimo recuerdo, declinaba siempre las invitaciones, ya al final de su vida, a sesiones académicas y congresos: “Mire usted”, decía, “se lo agradezco mucho pero yo lo que quiero es que no me duela la pierna”. Genial.
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