Señalan las encuestas a la corrupción y a los partidos políticos como principales problemas del país, junto, claro, al primero, que no es otro que el paro. En estos días de pactos no debe sorprendernos por ello el juego de los partidos. Por lo visto no hay nada más democrático que los “pactos en cascada”. Eufemismo con el que las cúpulas regionales de los partidos han venido una vez más secuestrando la voluntad del ciudadano, que es el único legitimado en una democracia representativa para opinar al respecto. Este secuestro implica que las cúpulas negocian el resultado de los acuerdos municipales, por encima del voto y voluntad ciudadana.
La Transición española primó a los partidos políticos dada su debilidad de partida, contra la representación del elegido. Posición que reequilibró en parte el Tribunal Constitucional, cuando falló por la pertenencia del cargo y/o escaño a favor del elegido. Ello no quita que convivamos con leyes como los del tránsfuga, que penaliza como tal al que no obedece a la cúpula, aún contra su compromiso electoral con quien lo elige. Parece que el voto es un simple mecanismo de reposición de los cargos, o como alguien señala, la política no es otra cosa que la “aritmética de los votos”. Bajo estas reflexiones previas encajamos el “pacto democrático”, producido estos días en Santa Cruz en el ámbito local y que pasamos a valorar.
Primera valoración: respetar la voluntad popular. Las dos primeras fuerzas políticas salidas de las elecciones y con mayoría absoluta, acuerdan un pacto de mandato para gobernar conjuntamente Santa Cruz. Impecable. Máxime luego de cumplir con el mandato del partido de explorar otras vías, que se vieron imposibles. Someter a Santa Cruz a otro mandato de coacciones internas, no es lo que ha votado el ciudadano, cuya voluntad está claramente por encima de las cúpulas regionales. Segunda valoración: superar la guerra de los partidos entre sí, que han tenido paralizada la Corporación Municipal. Buena parte de la acción de los partidos en este mandato se ha consumido en esfuerzos al interno, sin rédito ni respeto al ciudadano. Incluso, parte del Gobierno ha sido oposición. Los tiempos de esas políticas ya han acabado. Entrados en su espacio político de mayor complejidad y compromiso. La guía de la acción se medirá por los resultados efectivos sobre la ciudad y sus ciudadanos, no por oposiciones contra todo y sin sentido.
Tercera valoración: evaluar el mandato pasado. Corregir es de sabios. En minoría y con políticas equivocadas no se puede movilizar la ciudad. Habiendo avanzado en el ámbito de la organización y hacienda municipal, Santa Cruz no ha sido capaz de generar un clima de confianza y seguridad al emprendedor. En el urbanismo, peor imposible. Su Plan General luego de cuatro mandatos sigue inacabado, el fuera de ordenación sin resolver y sin fecha, conflictos con las ITE, judicialización por sistema en el grueso de casos sin resolver. Santa Cruz debe regresar a liderar el urbanismo de su propia ciudad y, por extensión, el de la Isla y de Canarias. Aquí vamos a cambiar.
Cuarta valoración: gobernar con los partidos del sí. Los partidos del sí son los que gobiernan al servicio del ciudadano, para resolver sus problemas. Los de índole social, donde cabe una nueva acción y los generales donde se obligan dos acciones claras, la “simplificación administrativa” y “bajar los impuestos”; por cierto, algo que figuraba en los programas de todos los partidos que fueron a las elecciones. Así sólo es posible bajar los impuestos, con la simplificación administrativa y ganada la confianza del emprendedor. Lo que no se opone a políticas selectivas de apoyo a los sectores sociales y ciudadanos más desfavorecidos. Ambas acciones deben ser complementarias.
Se abren nuevos tiempos para el ejercicio de nuevas políticas que abran el camino a la sociedad abierta, dinámica y próspera que pide Santa Cruz.
*Arquitecto y urbanista