Existen grandes escollos que impiden avanzar a la política canaria. Sistemáticamente centramos los debates en los cómplices, PSOE y PP, descentrándonos del verdadero hilo conductor de la inmensa mayoría de nuestros males a nivel político: Coalición Canaria. Por otro lado, tanto el PP como el PSOE mantienen un discurso radicalmente opuesto en relación al nacionalismo según están en el gobierno o en la oposición. Si el PSOE hiciera política con mayúscula, se podría poner fin a gobiernos nacionalistas después de 20 o 30 años en muchos lugares como ya ocurrió la pasada legislatura en La Palma. Pero cuando una criatura se pone en plan edad del pavo no se puede razonar. Así está -y ha estado siempre- Patricia Hernández y no pocos candidatos municipales. La falta de unos criterios serios, por no decir principios, es de tal magnitud que el pacto CC-PSOE pasó de estar al borde la ruptura a casi cerrado en apenas unas horas. La reedición del pacto supone la reedición de la mala gestión y la ineficacia del gobierno, especialmente en empleo y sanidad. Aunque la continuidad permite a las formaciones adaptarse, sin grandes artificios, al nuevo escenario multipartidista del parlamento. Antes de las elecciones fue calando la idea de un pacto CC-PP. Lo que no esperaban era quedarse por debajo de la mayoría absoluta. De darse esta posibilidad, habría que sumar a otra formación, por ejemplo, ASG. Lo que viene a ser pactar con el paradigma de la indecencia política, es decir, Casimiro Curbelo. Si los populares consideraran a día de hoy que tienen fuerzas, más les valdría esforzarse por recomponerse del batacazo actual y venidero, en lugar de tener aspiraciones de gobierno.
Desconozco cuáles son, en la práctica, los criterios con más peso a la hora de sellar alianzas, pero en algunos casos si el propósito es reforzar la creencia de que la política es un club de alterne, chapeau.