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Las playas de Santa Cruz y el mamotreto

Teresitas desde Los Órganos_1953.JPG

José Ángel Domínguez Anadón| Santa Cruz de Tenerife

Rara es la ciudad costera cuyo perfil litoral no ha sido modificado por la acción humana y Santa Cruz no es ni mucho menos una excepción. Hasta bien avanzado el siglo XX el frente urbano era una sucesión de pequeñas ensenadas y playas defendidas por fortificaciones y baterías de costa. Desde Paso Alto a la batería de San Francisco, cuyos restos sepultados por la avenida emergen en la entrada a los muelles, frente a la ermita de Regla. Existían a finales del XVIII once de estas defensas, creadas o reforzadas ante la inminencia de ataques como el de Nelson o en previsión de otros durante la Guerra de Cuba o la Segunda Guerra Mundial.

Bajo la plaza de España, al lado sur, existió una caleta que estuvo defendida desde el norte por el Castillo de San Cristóbal y desde el sur por la batería de la Concepción, hoy Cabildo insular. Los aparcamientos de la avenida de Anaga se encuentran sobre la playa que existió al norte del Castillo, defendida por éste y por las baterías del Rosario y San Pedro. La del Rosario estaba frente al edificio Hamilton y la de San Pedro frente al inicio de la calle La Marina.

Toda la avenida de Anaga está construida sobre la antigua ribera del mar, ocupación que como sabemos se prolonga hasta Las Teresitas. El llamado mamotreto es prácticamente la única actuación en el litoral de Santa Cruz que no ocupa ni ribera del mar ni ribera de barrancos.

San Andrés nunca tuvo defensas frente al mar ni frente a los barrancos. La tuvo tempranamente frente a los ataques piratas por una fortificación varias veces arruinada y reconstruida. Las ruinas que hoy permanecen tienen esculpida la fecha 1769 y sus defensas fueron reforzadas en 1797 frente a la amenaza de la escuadra inglesa, pero el pueblo y la propia torre ocupaban la desembocadura del valle, acercándose al mar y a los barrancos sin mayores precauciones. Tanto que a pesar de su sólida construcción, la nueva fortificación resultó arrasada por los barrancos en 1894. Sus ruinas señalan cual era el cauce. En esa época no se podía culpar al mamotreto.

Avenida de San Andrés

La actual avenida de acceso a San Andrés se construyó a partir de 1977 ocupando la ribera del mar y la desembocadura de los barrancos, como la avenida de Anaga. La playa artificial también ocupa la antigua ribera del mar, y lo mismo ocurre con parte de la explanada de los aparcamientos. Así pues, la construcción de la ciudad y del puerto ha relegado la relación morfológica de la ciudad con el mar a los archivos, salvo en el caso de Las Teresitas y restos de Valleseco. No digamos en Las Palmas, donde la ocupación del istmo de La Isleta y la construcción de la Ciudad del Mar (coetánea con Las Teresitas) hicieron borrón y cuenta nueva de la geomorfología original. Contemplada así nuestra historia urbana cobraría todo su sentido el haraquiri implícito en la propuesta que en 2008 formuló un partido con fundadas aspiraciones al gobierno municipal en compañía de dos organizaciones cívicas. Venía a decir: no nos fiemos de nosotros mismos, devolvamos el control integro al Estado (La Opinión, 8/10/08. “Piden que Las Teresitas sea del todo dominio público”). Ya puestos, podría devolverse el Ayuntamiento completo ¿no?

En estos días otro partido ha retomado el asunto y en una original vuelta de tuerca se dispone a reemplazar a los organismos del Estado (Costas) y demostrar por su cuenta que el llamado mamotreto estaría todo él en dominio público. Este partido quiere realizar catas entre el mamotreto y el cementerio en busca de depósitos marinos de arenas o guijarros que demuestren que aquel, el mamotreto ( y de paso éste, el cementerio ¿no?) están sobre la antigua playa y deben pasar a dominio público y ser demolidos como usos no autorizados. En otras palabras, que pasen ambos a control del Estado, ya que el Ayuntamiento, órgano colegiado del que este partido forma parte opositora, no es de fiar. Para cuadrar el razonamiento habrá que suponer que Costas sí es de fiar, aunque se descalifiquen sus deslindes y aunque el Jefe de Costas no haya sido elegido por la población.

Catas

Bromas aparte, bienvenido sea, sinceramente, lo que estas iniciativas puedan tener de vivificante. Aportamos unas fotografías que quizás puedan serles de alguna ayuda. Una de ellas es de 1943. Fue tomada desde el aire con ocasión del refuerzo de las defensas artilleras durante la II Guerra Mundial y se conserva en el Museo de Historia Militar de Almeyda. Puede verse el cementerio y el camino entre éste y el Fuerte. Entre el camino y el mar la costa forma un cabo, punta o saliente sobre la que en la foto original se distinguen las líneas del campo de fútbol. Aunque la reproducción sea borrosa, la posición del campo (y por referencia a ella y al camino, la del mamotreto) respecto a la ribera del mar se observa (al menos en la original) con nitidez suficiente como para pensarse dos veces el asunto de las catas. A ver si va a resultar que los mojones en lugar de avanzar sobre los aparcamientos contra el mamotreto deben retirarse aún más hacia el mar, hacia el perímetro de la punta.

El cementerio

La segunda foto está tomada desde el mirador de Los Órganos y se publicó en 1953 en la Revista Nacional de Arquitectura, en un artículo dedicado al Plan General de Ordenación de la ciudad, del que eran autores los arquitectos Cabrera y Rumeu. Se distinguen en primer término las huertas que existían detrás de la playa hasta el pie de la ladera y al fondo, en blanco, el cementerio. Entre éste y el pueblo de San Andrés se ve la que podríamos llamar punta del mamotreto. Así pues, no parece probable que las catas encuentren restos de playa al interior de esa punta. Claro que nunca podrá excluirse la posibilidad de una playa fósil (en los sótanos del Edificio de Usos Múltiples 2, en la avenida Tres de Mayo, se encontró una debajo del manto basáltico excavado), pero quizás eso sería ir demasiado lejos. ¿Cómo podríamos encajar tal hallazgo en la Ley de Costas?