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Poder emocional – Por Wladimiro Pareja Ríos

La figura de un líder que orienta y dirige está presente en todos los grupos humanos. Lo que hoy nos ocupa es su estado emocional y su repercusión en la gente que lo rodea. Fijémonos inicialmente en lo que podríamos llamar el primer grupo, que correspondería con la unidad familiar, cuyo líder (normalmente padre o madre) genera un determinado estado emocional en los hijos y en la pareja: si él o ella están contentos al llegar a casa, todo el sistema familiar se adhesiona a esa emoción, en cambio, si está rabioso o triste, el clima emocional que genera tiende a ser de tensión o depresión en la casa. Como padres, es importantes ser conscientes de que nuestro estado emocional repercute directamente en nuestros hijos.

¿Qué estado emocional queremos para ellos? En un anillo más externo podríamos situar al jefe de la empresa, si su tono emocional es conciliador y dialogante, si se trata de una persona alegre, esto establecerá un halo emocional entorno a él, muy distinto que si se tratase de un jefe violento y de carácter explosivo en la expresión de sus emociones, esta persona generará tensión y recelo a su alrededor. Y no es lo mismo vivir en uno u otro ambiente. Y para los directivos, ¿qué ambiente de trabajo queremos en la empresa? Esto lo podemos aplicar en todos los grupos. En efecto, en esta época de recientes elecciones, hemos visto cómo algunos partidos políticos utilizan -en voz de sus respectivos líderes- amenazas y malos presagios en caso de que gobierne o pueda gobernar otro grupo, intentando provocar en los votantes un clima de miedo y de desconfianza: “Va a ocurrir algo terrorífico si la ciudadanía vota a X”, “será una destrucción total si X llega al poder”. Sabemos que todo ello lo que realmente busca es un apoyo electoral a través del arma del miedo. Creemos, sin embargo, que ser líderes supone también tener una consciencia clara no solo de que este poder emocional existe -algo que ya saben los partidos-, sino que no deberíamos utilizarlo para manipular, porque la gente no estaría votando a ninguna idea, propuesta o programa, sino huyendo del miedo, porque la desconfianza que genera impide que podamos ver nada más. Es importante por ello que nuestros dirigentes se responsabilicen y no intenten rentabilizar políticamente nuestras emociones. Y en el resto de la gente ha de haber igualmente una voluntad de ser uno mismo, sin esa inercia vital para que nos dicten qué debemos pensar o sentir. Habría que sacar nuestras propias conclusiones intentando ver más allá de cualquier coacción.