Esta semana ha empezado a ponerse en práctica lo que pudiéramos llamar la puesta de largo social del nuevo paradigma político, que fraguó tras aquel 15-M, hace ya más de 4 años. Diríamos, sin equivocarnos, que el cambio esgrimido por un amplio segmento de la sociedad esta aquí. Que se ha iniciado un proceso de autentico cambio, en lo que hasta ahora ha venido siendo la democracia representativa, por una de mucha mas enjundia, que es esa democracia participativa que inició su andadura allá en la Grecia antigua y que se puso en práctica en el Kilómetro Cero, lugar donde se empiezan a medir las carreteras nacionales, en la mítica Puerta del Sol, y ya, al menos yo, la puedo mitificar, pues el fruto de aquellas primeras asambleas han dado un resultado satisfactorio a esta sociedad que durante tanto tiempo ha tenido la soga al cuello.
Lo cierto es que se han empezado a ocupar los espacios de titularidad publica, extraídos a los custodios de la ortodoxia, herencia recibida del autor de “Os dejo todo atado y bien atado”. Ahora toca crear las circunstancias ineludibles, para que en noviembre formemos un camino para el proceso que nos lleve a unas autenticas Cortes constituyentes, al igual que lo que nos fue arrebatado con el uso de la fuerza, allá en 1936. Obviamente, el proceso y el camino y los propios fundamentos políticos son diferentes, como también lo son los protagonistas. Siempre hemos de construir en el presente, pues el pasado ha muerto, de tal manera que aún no está el mañana y si queda algo del ayer, solo lo verás, si se ha escrito, fotografiado o conservado… por consiguiente, el resto es arte o simplemente ha muerto. Difícil y ardua tarea queda por delante, pero la verdad es que nadie dijo que fuera fácil. Han ocurrido dos fórmulas muy diferentes para arrancar con esta tarea, los del viejo paradigma que pactan, intercambiando poltronas, y los del nuevo, que por un lado acuerdan gobernabilidad y por el otro empiezan a introducir cómo ha de ser el camino y para muestra un botón. Este viene de mano de Ada Colau, que ha dicho: “En serio, ¿nadie le va a recordar al panfletario Marhuenda que debe marcharse del país?”. Ha surgido con la nueva forma de hacer política un nuevo estilo, no solo a la hora de hacer caja y enriquecerse de ella, que tiende a erradicarse, sino extirpar los exabruptos y esa ordinariez propia de las tabernuchas más recónditas de los puertos más piratas de los pasados siglos.
Decíamos muchos de los desencantados de la política española. “Son 4 perros flauta, en vez de acampar en Sol, ¿por qué no se presentan a unas elecciones democráticas?”. Yo casi pensé lo mismo y muy al principio lo manifesté, de forma parecida. Hoy, cómo se puede ver, me arrepiento y me trago lo dicho, y es más, me quito el sombrero ante tanta coherencia social y equilibrio democrático. Pues mira por donde, ahí están y con unos resultados que han hecho crujir esos cimientos, que mantenían una clase política intocable y corrupta, pues quien silencia y no demanda al ladrón, extorsionador, delincuente… a la postre, se convierte en cómplice. Ya han pasado varios días desde la constitución de los ayuntamientos y en ninguno de ellos, ni a su alrededor o contorno, se ha organizado ningún “soviet” y lo que sí se es que muchos de los autores de tal calumnia no podrán continuar por ese camino, pero también sé que buscaran otros derroteros y otros más altos cerrarán las fuentes de financiación. Mas, saldrán adelante, es la voluntad del pueblo.