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Pulsión natural – Por César Martín

Mintió una llamada desde su interior. Algo irrefrenable salió desde lo más profundo y partió aquella misma tarde sin demora; esta vez no ganaron la partida las ridículas obligaciones. Acudió al bosque y se internó hasta llegar al comienzo de la vereda. Ni la humedad, ni el frío tardío que se resistía a abandonar una estación que no le correspondía, pudo con ella. Se acomodó la chaqueta y tiró de los cordones de las botas hasta ajustarlas perfectamente. Respiró profundamente y miró al cielo, como quien busca cobijo en divinidades antes de lanzarse a la aventura. En el suelo estaba tirado su único compañero de periplo. Aquel palo había esperado allí exactamente dos años desde que desbrozaran aquel fayal. Supo que era el idóneo por inusitada rectitud; el apoyo perfecto sobre el que empezar a andar.

En la ruta sólo hizo dos paradas hasta llegar a su destino. La primera en torno al barranco, lo suficientemente cerca como para percibir la brisa en la cara, lo bastante próxima como para sentir el vacío bajo sus pies. No temió. Continuó hasta su siguiente alto en el camino que sería justo al lado de un brezal al pie del sendero. Al detenerse cerró los ojos, como queriendo dejar paso a otros sentidos. El tacto volvió a deleitarse con los aires del monte, el oído afinó y fue capaz de captar sonidos que jamás imaginó, llegando a perder la conciencia entre los que eran reales y los que eran fruto de su fantasía. No importó. Llegado este momento el viaje físico y mental se habían fundido en uno, trascendiendo más allá de la propia existencia, en perfecta comunión con la naturaleza. Vida, viaje, espíritu.

Ahondó más allá siguiendo las indicaciones que su corazón aprendió tiempo atrás. No dudó. Sabía que detrás del cansancio y de la última subida estaría lo que venía buscando. Y así fue. Como quien rige un reino se encontraba aquella vieja laurisilva al final de la loma. Paró a su vera casi jadeando, presa del agotamiento, colmada de emociones. Sólo una lágrima corrió por su mejilla mientras acariciaba su corteza. Callaron. Ni ella ni el árbol necesitaron palabras para poner al día sus secretos.

@cesarmg78