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La reforma – Por Saray Encinoso

Más de 25.000 personas habían firmado ayer una de las peticiones recogidas en la plataforma change.org para cambiar la ley electoral canaria. El objetivo de esta movilización a través de las redes es conseguir que el Consejo Europeo escuche la demanda de los canarios e impulse la modificación pertinente para acabar con la desigualdad de voto que existe entre los ciudadanos que viven en las islas mayores y los que lo hacen en las menores. El sistema actual genera distorsiones como que en las últimas elecciones autonómicas el nuevo partido de Casimiro Curbelo obtuviera tres diputados con algo más de 5.000 votos y que Ciudadanos, que superó los 50.000, se quedara fuera de la Cámara. Quienes lideran las propuestas de cambio legislativo se han encargado de repetir durante los últimos días que los habitantes de más allá de la ultraperiferia están ultrarrepresentados. Es cierto, pero ¿es lícito?
La necesidad de reformar o no el sistema electoral canario no es un tema de debate habitual. La aparición de nuevos partidos, y sus dificultades para escalar posiciones en el organigrama tradicional, ha servido para volver a poner sobre la mesa el eterno debate.

El problema es que casi nadie quiere saber por qué la autonomía canaria, que llegó en 1981, generó recelos entre las islas, por qué implicó un reconocimiento extra de los territorios menores y qué ocurriría si la desigualdad poblacional y territorial no se compensara en las urnas. Por supuesto, tampoco que los sistemas electorales son complejos y que su objetivo es garantizar una representatividad que no se reduce a asignar un voto a una persona.
La ponderación del voto en Canarias podría ser muchísimo mejor, pero ¿un sistema que muy pocos saben cómo funciona tiene la culpa de que más de la mitad de la población no acuda a votar y de que Canarias lidere el abstencionismo en España? ¿De que ese porcentaje se eleve aún más cuando se trata de comicios europeos, a pesar de nuestro estatus diferenciado? ¿O de que la selección de las élites de los partidos que aspiran a gobernarnos sea tan nefasta como para que muchos de los que van a las urnas prefieran usar papeletas en blanco? ¿También del amiguismo político-empresarial? ¿Y de esa corrupción sutil que es capaz de escabullirse de los tribunales pero que intoxica nuestra realidad? ¿De la incapacidad de alcanzar unas cifras decentes de desempleo ni en tiempos de bonanza? Necesitamos una reforma, sí. Pero más que de sistema electoral es de sistema democrático.
@sarayencinoso