Repasar las mentiras en la contabilidad griega para entrar en el euro, constatar la institución de la falsedad en los números, ejercicio tras ejercicio, y comprobar, no ya la falta de entusiasmo, sino el más mínimo esfuerzo para cumplir ni una sola de las condiciones solicitadas tras la lluvia de miles de millones entregados para el rescate, es la crónica de un toco mocho a la altura de los grandes griegos. Nunca tan pocos engañaron a tantos millones de europeos, y, como en los circos, en lo que parece la fase del más difícil todavía queda el referéndum triunfador del no, porque a ver quién es el masoquista que dice sí.
Aunque Tsipras tiene inteligencia suficiente, como cualquier malvado, propongo esta redacción de pregunta: “¿Está de acuerdo usted en que se bajen las pensiones, se recorten los salarios y se privaticen empresas públicas para que los alemanes se rían de Grecia?”. Y a ver quién tiene redaños de decir que sí. Pero es que, además, Tsipras tiene razón y no necesita rescates. Mejor dicho, es incapaz de devolver un rescate, incluso al interés del 0%. Lo que Grecia necesita, y es de lo que ha venido viviendo hasta ahora, es de la subvención. Me lo dijo el otro día mi consuegro Carlos, que es un hombre experimentado en Europa, y bastante más inteligente que yo. La subvención, además, crea una cultura y un estado de ánimo que es muy difícil de erradicar. En Sicilia se han subvencionado con miles de millones de euros los palacios, las carreteras y las política activas de empleo pero el patrimonio arquitectónico se derrumba, las carreteras están en mal estado y hay más paro que en ninguna a otra parte. Y no quiero hablar de la tasa de paro de Andalucía, porque se enfadan mis amigos andaluces, pero cuando un niño dice en la escuela “mi padre trabaja en el paro” es que ya no estamos en la anécdota, sino en la categoría. Hay un procedimiento muy sencillo para que Grecia permanezca en el euro: subvencionarla. Como si fuera un Palermo a lo grande, o esa familia que nunca ha trabajado y no le vas a dar ahora un disgusto. Rescates, no, por favor. Son griegos.