tribuna >

¡Sí, lo hacemos! – Por José Manuel Padilla Barrera

El domingo 31 de mayo, tuvo un bello atardecer, haciendo bueno aquello que dice la canción, ¡Qué lindo está Santa Cruz cuando va muriendo el día! En esa plácida tarde, a las 7, se celebraba, en las inmediaciones de la plaza de España, por primera vez en Tenerife, una jura de bandera para personal civil, que sin estar vinculados a las Fuerzas Armadas, pudieron manifestar su compromiso con la defensa de España.

Poco antes de esa hora, hacía su entrada en el recinto preparado al efecto, un Grupo del Regimiento de Artillería de Campaña 93, no con una, con dos banderas, banda y música. De de las dos banderas una pertenece al Regimiento de Infantería y la otra al de Artillería, regimientos que, aunque ahora estén ubicados en otros lugares, siempre han estado afincados en los barrios más antiguos y castizos de Santa Cruz, el primero en el cuartel de San Carlos del barrio del Cabo y el segundo en el de Almeyda del Toscal, son los dos, por lo tanto, tan chicharreros como la farola del mar, y son estas unidades tan cercanas al ciudadano, las llamadas a facilitar a sus convecinos el cumplir su deseo de jurar la bandera de su patria.

Con puntualidad militar, que a fuerza de ser verdad se ha convertido en un tópico, cuando en el reloj del cercano Cabildo empezaban las campanadas de las siete de la tarde, llegaba el teniente general jefe del Mando de Canarias, Pedro Agustín Galán García, que, por mucho que se empeñen y a pesar de lo que digan los papeles, aquí será siempre el capitán general de Canarias. Recibidos los honores de ordenanza y pasada la revista a las tropas, después del saludo del general a las autoridades y público presentes dio comienzo el sencillo, y sin embargo solemne, acto de la Jura de Bandera. Ante esas banderas que llevan sobre sí la historia y los méritos de esos, para Santa Cruz, entrañables regimientos, el coronel jefe, uno de ellos, el de Artillería, Juan Ignacio Molina Capilla, se dirigió a las más de 250 personas allí reunidas, hombres, mujeres, mayores, jóvenes y de mediana edad, de las más diversas profesiones, pero todos con un denominador común, el ser españoles, y llamándolos por ese apelativo les preguntó: “Españoles, ¿juráis por Dios o prometéis por vuestra conciencia y honor, guardar y hacer guardar la Constitución como norma fundamental del Estado, ser leales al Rey y si preciso fuera entregar vuestra vida en defensa de España?”.

“¡Sí, lo hacemos!”.

Ese fue el grito unánime que resonó en medio del silencio respetuoso y expectante de todos los que en las gradas presenciábamos el acontecimiento
Momento emocionante, pero aún quedaba otro más personal, el beso a la bandera, besando con unción la bandera se decía antes en la fórmula del juramento. A los sones de la vibrante marcha militar Banderita, comenzó el desfile de los jurandos, que divididos en dos grupos, uno para cada bandera, dejaron en ellas su beso emocionado. Banderita fue un pasodoble de la revista Las Corsarias, del maestro Alonso, dedicado a la pequeña bandera, de ahí el diminutivo, que en la Guerra de África cada soldado llevaba en su mochila, por eso se le llamaba Bandera de Mochila. Al finalizar el acto cada uno de los participantes, aparte del diploma acreditativo de haber jurado bandera, recibió como recuerdo, precisamente, una bandera de mochila.

A los militares nos reconforta comprobar que la defensa nacional no es responsabilidad que deba recaer solo sobre la espaldas de los que hemos decidido hacer de la milicia nuestra profesión. Estas palabras pertenecen a la brillante alocución que el coronel Molina Capilla pronunció a continuación del acto de la jura. Fue una alocución llena de contenido, lejos del fácil patrioterismo.

Esas frases que he reproducido reflejan exactamente el sentir de todos los militares, porque el hecho de ser profesionales no tiene que hacer olvidar la indispensable cohesión social que les haga sentirse al servicio de la sociedad a la que pertenecen y a esta parte integrante de la gran labor que implica la defensa nacional.

Como es tradicional se celebró el homenaje a los caídos. Siempre conmueve escuchar la bella canción La muerte no es el final y el no menos bello toque reglamentario de Oración, pero en el hermoso atardecer santacrucero la emoción crece hasta hacer saltar las lágrimas. El capitán general y el alcalde de Santa Cruz, José Manuel Bermúdez, depositaron la corona de flores en recuerdo de todos los que dieron su vida por la Patria.
Con el desfile de la unidad que había sido testigo del juramento concluyó un acto maravilloso, inolvidable, inolvidable sobre todo para los que juraron bandera, a los que hay que felicitar por el compromiso contraído con su Patria, a la que han prometido, con su exclamación de “¡Sí, lo hacemos!”, defenderla hasta entregar, si preciso fuera, su propia vida.