El flamante Gobierno de Canarias ya ha echado a andar y lo ha hecho con aparente buen entendimiento y mucha ilusión. Lo primero sirve para establecer complicidades y acercar las sintonías personales de sus integrantes, de modo que luego den buena forma al funcionamiento colegiado y solidario, las dos características esenciales en la configuración constitucional de cualquier Ejecutivo. Además, y por encima de lucimientos personales o de grupo, un Gobierno que se precie debe tener al frente una mano capacitada y firme y, además, ha de ser sensible a las esperanzas y deseos del pueblo y actuar según las normas clásicas basadas en los principios de legalidad, responsabilidad, transparencia, honradez, coherencia, equidad, consenso y eficiencia.
Haría bien Fernando Clavijo en cuidar la imprescindible cohesión de su Gobierno y la de los propios consejeros entre sí para evitar la sensación que muchas veces se da en los Ejecutivos de coalición, como en el anterior de CC y PSOE, cuando cada grupo político va a lo suyo un tanto por libre y trata de salvar su gestión por encima del interés general, que es, como decía el historiador británico Thomas Macaulay, hacer feliz al pueblo y saber cómo lograrlo. El aval de la palabra de Clavijo puede que no sea suficiente para lograr esta meta idílica, por mucha honradez y responsabilidad que le eche a la tarea de gobernar. El propio talento, la competencia, la suerte, las circunstancias y la comprensión ajena tienen mucho que decir sobre la ventura de una comunidad con severos problemas cuya solución no depende en exclusiva de su sola voluntad.
Los primeros gestos del presidente Clavijo, sus modos suaves y hasta delicados -sin agresividad verbal ni adustez en el ademán-, su sonrisa casi permanente, esa mano abierta y tendida y su apelación constante, desde la moderación, al diálogo y el consenso entre las instituciones y la sociedad civil organizada, como “hilo conductor de toda la acción de Gobierno”, creo que han sido bien aceptados por la opinión publicada, aunque no tanto por la oposición política, que no ha sabido estar a la altura de las circunstancias ya que nadie le pide que renuncie a su tarea fiscalizadora. No es que el predecesor de Clavijo fuera un mal bicho, permítaseme la expresión, o que sus maneras resultaran inapropiadas, pero sí se observan aires nuevos, otras formas, cierta distancia entre uno y otro, al menos desde la tribuna parlamentaria y a la hora del discurso político. Rivero cargaba sus intervenciones con más munición crítica y menos consideración hacia el adversario aunque muchos de sus argumentos estaban bien documentados puesto que, como en su día Adán Martín, es buen conocedor de la realidad de nuestra comunidad, además de poseer una gran memoria y hablar con soltura sin necesidad de papeles ni apuntes.
Hablaba al principio de mucha ilusión, esa segunda característica que personalmente advierto en el nuevo Gobierno autonómico. Quizás sea la arrolladora personalidad, sobre todo gestual -y que por tanto deberá cuidar en el futuro-, de su vicepresidenta, pero el caso es que la expresión, los comportamientos y las iniciales declaraciones de los nuevos consejeros regionales llegan cargadas de buen ánimo, esperanza y, como se diría de un artista, ganas de agradar. Otra cosa es la biografía de los miembros del Gobierno. La mayoría presentan un buen currículo como gestores de la cosa pública o profesionales de éxito pero otros aparentan ciertas carencias o no disponen de trayectoria profesional evaluable en la empresa privada. La cosa tiene su importancia, pero los buenos equipos suelen dar mejores resultados que las grandes individualidades, así que habrá que esperar a los nombramientos de segundo nivel para formar luego un mejor criterio sobre el devenir de las consejerías.
Con estos materiales abre el presidente Clavijo “una nueva transición política y económica”, ese “tiempo nuevo” de retos y dificultades “de una magnitud extraordinaria”, con -según dijo en su discurso de investidura- la certeza de que “vamos a superar la actual situación” y “el convencimiento de que existe en esta sociedad la fortaleza, el conocimiento y la capacidad de trabajo para llevar adelante esta empresa”. No cito aquí, por suficientemente conocido, el catálogo de buenas intenciones que aportó Clavijo en su discurso. Se trata, aunque dichos en tono afable, de los viejos problemas de siempre, se miren como se miren, incluso agravados, por ejemplo los de materia energética, territorial, formativa, de exclusión social, modelo de desarrollo, la farragosidad burocrático-administrativa, la innovación, la renovación turística, el relanzamiento de los sectores primario e industrial, el plan de urgencias sanitarias, la falta de financiación y la pobreza. Entre tanto desafío y tanta falta de dinero, está por ver cómo se establecen las prioridades y se distribuyen los recursos. Los Presupuestos para 2016 dirán la primera palabra.
Diálogo con Madrid
En su discurso de investidura -bien armado y trabajado aunque largo y tedioso, sólido en el fondo y sutil en las formas, con un muy marcado acento social- ya indicaba Clavijo un cambio de estilo, una templanza alejada de las crispaciones que innecesariamente desató el Gobierno de Rivero, sobre todo en sus relaciones con el Ejecutivo de Rajoy, y de la demagogia y la estulticia en que fue envuelta la cuestión petrolera; un asunto que dividió a la sociedad y a los partidos y que, plantado en principio como rédito electoral, a la postre se volvió contra su máximo patrocinador y lo dejó fuera de combate y de la carrera electoral para, eventualmente, repetir en un tercer mandato. Esa voluntad de entenderse con Madrid, superando así la etapa de confrontación del presidente Rivero, creo que puede marcar, naturalmente para bien, el futuro de este Gobierno. Como siempre ha ocurrido, una conexión fluida y leal con quien manda en España, sea cual sea el color de los gobiernos respectivos, ha dado buenos frutos para Canarias. Sus grandes patrocinadores, desde Ucelay a Mauricio, supieron entender que las relaciones con el amo de la caja no pueden ser malas porque en tal caso el más débil es, siempre, quien sufre las consecuencias. No lo quiso ver de ese modo el anterior Gobierno autonómico, y así le fue a las Islas, que perdieron los convenios bilaterales suscritos con el Estado, resultaron olvidadas en las grandes decisiones que les afectan y se quedaron sin interlocución, aunque en este asunto también ayudó la postura de un José Manuel Soria enfrentado a Rivero desde que dejó la Consejería de Hacienda y el propio Ejecutivo autonómico.
Por eso anunció Clavijo en su discurso, y ha cursado ya la correspondiente solicitud -incluso antes de tomar posesión como presidente-, una reunión con el presidente del Gobierno de España para impulsar una agenda canaria en la que se pueda dar prioridad, entre otros temas pendientes, a “las especificidades de Canarias en la futura reforma de la financiación autonómica, la reforma del Estatuto de Autonomía, el impulso del REF económico … y las relaciones con la Unión Europea para recabar el apoyo que necesitamos del Estado”, para todo lo cual reclamó el presidente canario, “por su especial relevancia”, “el apoyo de todos los grupos parlamentarios”.
El Estatuto y otros peligros
Comparto estas apreciaciones de Fernando Clavijo, salvo lo que atañe al Estatuto autonómico, y añadiría para la entrevista pendiente con Rajoy todo lo referente a obras de infraestructuras, singularmente el cierre del anillo insular tinerfeño, además de los proyectos bilaterales congelados a cuenta de una mal entendida austeridad que para Canarias se ha convertido en castigo. Y ello, por culpa del ministro de Hacienda, empeñado en no reconocer el trabajo bien hecho aquí a la hora de contener el déficit público y simultáneamente atender con esmero los servicios sociales, pese al sistemático incumplimiento por todos los gobiernos de situar a las Islas en el promedio de inversión estatal del conjunto de España.
Creo que se equivoca el presidente cuando se empeña en mantener en el Congreso de los Diputados el actual proyecto de Estatuto de Autonomía. Un texto de tanta relevancia para el futuro de Canarias no puede seguir adelante con el exclusivo apoyo de nacionalistas y socialistas. Ni PP, ni NC, ni Podemos -desconozco la postura de ASG- respaldan hoy el texto remitido a las Cortes por el Parlamento canario, que, además de presentar algunos visos de inconstitucionalidad, incluye en el articulado las normas electorales de la comunidad autónoma, cosa que no ocurre con ningún otro. Existe además la intención, expresada por el propio Clavijo, de debatir a fondo unos nuevos preceptos electorales, y hacerlo cuanto antes y, por tanto, al margen del Estatuto.
Por último, me permito sugerir al presidente que cuide mucho las especiales susceptibilidades insularistas destapadas en Gran Canaria, de las que en algún modo son reflejo los intentos de un sector del PSOE de imponer a algún consejero o consejera -menos mal que la corajuda vicepresidenta puso las cosas en su sitio- y los temores existentes por lo que consideran exceso de poder político de Tenerife. Pese a estas suspicacias, el Gobierno ha nacido con buen pie. Y dispone de cien días de gracia para mostrar sus posibilidades.