Domingo Cristiano

Aviso a los que van delante

Qué aburrido es sufrir a tanta gente tercamente empeñada en instalarse por encima de los demás. Me refiero a quienes, sin mediar otro mérito que su determinación, hacen tozudos esfuerzos para colocarse en cabeza y marcar el rumbo. Pensé en esto tras leer -una vez más- la reciente monserga de artistas presuntamente de izquierdas advirtiendo sobre el peligro de que las derechas se hagan con el país. La misma arcada me produjeron las imágenes de unos mamarrachos presuntamente de derechas llamando maricones a las personas gais y manifestándose para que se les retire el derecho a ser atendidos con recursos públicos. Con todo, el animalario extremista no es el que me da miedo. Al fin y al cabo, el berrido es lo que les queda después de que a ambas facciones les hayamos visto la patita en forma de delitos fiscales y dobles vidas. Me preocupan más los irresponsables metidos a pastores.

Existe una raza de políticos, por ejemplo, que pareciera estar instalada en el único propósito de sentar el culo en la silla oficial. Por más que trate uno de entender la lógica de sus mentidos y desmentidos, por mucho que resulte evidente que sus decisiones son oportunistas y nos hipotecarán cultural, vital y económicamente para casi siempre… Oye, que no. Que aquí sigo y lo que pienso o lo que convenga es lo de menos si de lo que se trata es de seguir siguiendo.

Por otra parte, ni dos párrafos merecen los nuevos redentores de la patria: no han hecho falta 100 días para que exhiban sus carencias, la inmensa mayoría de ellas incompatible con la democracia.

Más a ras del suelo, lo tedioso es advertir que en el tú y yo del día a día sucede prácticamente lo mismo: inmaduros que se autopredican, presuntos maestros que nunca se han estudiado a sí mismos, consejeros que no atienden a las recomendaciones de nadie, caminantes que hace siglos que no se calzan las botas, charlatanes a los que encumbramos… Todos ellos, pastores que no aman a su pueblo.

No hablo sólo de la Iglesia. El evangelio de hoy carga contra quienes van delante y dispersan el rebaño, en lugar de serenarlo. No me gusta casi ningún animal de cuatro patas, pero la figura del profeta es de una fuerza rotunda: “Vosotros dispersasteis mis ovejas, las expulsasteis, no las guardasteis; pues os lo tendré en cuenta”.

Una de las más retorcidas maneras de romper a una persona, a una sociedad o un proyecto es pervirtiendo el objetivo común. Si hablamos de la comunidad de los creyentes, el destino es un abrazo sin condiciones, una mesa en la que nos sentemos todos, un hospital permanentemente abierto para sanar las heridas, una mirada sin dobles intenciones. La Iglesia existe para recomponer el escenario imaginado por Dios: una peregrinación en la que los que van delante son los que se han redescubierto tras tener experiencia de Dios y por eso se han convertido ellos mismos en hospital de campaña.

Los que van delante, cuidado. Cuidado todos con quién ponemos delante.

@karmelojph