Alguna vez has ayudado a otras personas de manera voluntaria e intencionada, sin pedir nada a cambio? Si tu respuesta es sí, ya sabrás que, cuanto más se hace por los demás, más se hace por uno mismo. El altruismo y la generosidad, se refuerzan porque tú también te sientes bien ayudando y eso, puede llevarnos a una cadena de favores. Ser altruista se aprende y, aprendemos a ayudar porque nos sentimos bien, nos resulta plenamente positivo o porque observamos conductas de ayuda en el resto de personas. Ayudar a los demás sin esperar recibir nada a cambio aporta muchos más beneficios de lo que creemos y, mejorar nuestro estado de ánimo, es uno de ellos.
1- Cambiamos la perspectiva: Empatizar y ayudar a aquellos que se encuentran en situaciones de necesidad, nos proporciona una perspectiva más real y nos hace sentir afortunados. Nos ayuda a dejar de anhelar tanto otras cosas y disfrutar de lo que tenemos por muy poco que sea. Comparándonos con quien menos tiene, conseguimos, en muchas ocasiones, desdramatizar la mayoría de nuestras preocupaciones.
2- Mejora nuestra autoestima: ayudar a otros, nos ayuda a olvidar nuestros problemas, disminuyen sentimientos y sensaciones negativas los cuales, tienen un impacto negativo sobre nuestra mente y cuerpo, y nos facilita a tener una mejor autoestima. El altruismo nos libera de la depresión y de la soledad ya que la generosidad te hace sentir más feliz. Sientes mayor confianza en ti mismo ya que gracias a tu granito de arena, otra persona está hoy mejor que ayer. Y es que, mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, pueden cambiar el mundo.
3- Reduce el estrés: ayudar a los demás contribuye a una mejora de nuestra salud. Las emociones positivas reducen el estrés y fortalecen nuestro sistema inmune y de esta forma, nos protegen contra muchas enfermedades. Participar en todo tipo de actos de generosidad puede ayudar a estabilizar nuestra salud global.
4- Frenamos nuestro ego: una persona altruista toma la actitud de saber anteponer las necesidades de los demás a las propias en ciertas situaciones concretas. Las personas altruistas son generosas, positivas, empáticas, amables, cercanas y enérgicas.
Sin olvidarnos de nosotros mismos, debemos tener cuidado de caer en el individualismo, esforzarnos en fomentar las conductas de ayuda y apoyar con mayor intensidad la norma de responsabilidad social. Recuerda que el altruismo, no solo puede ser material sino también emocional. La atención, la amabilidad, dedicación y en muchos casos, tan solo escuchar y acompañar, es la mejor forma de ayudar. Se trata de tener un compromiso sobre un acto que va a beneficiar más a otro que a nosotros mismos, implicando un sacrificio personal.
Compartir no es dividir sino multiplicar. Está demostrado que a las personas disfrutan más regalando que recibiendo regalos. Nunca es tarde para dejar de vivir mirándonos el ombligo, cambiar de mentalidad y ayudar a los que más lo necesitan.
*PSICÓLOGA
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