superconfidencial

Carta de Rebeca

1. Reconozco mi capacidad de síntesis, pero este artículo es difícil de escribir porque es un artículo dentro de otro artículo. El otro día hablé de un restaurante del Sur que le decían La casa de los siete conejos, porque estaba regentado por un matrimonio y sus seis hijas. Y que un peninsular despistado, que había sido citado allí, le preguntó al dueño que si aquel restaurante era el que le decían de los siete conejos. A lo que el dueño, muy educadamente, había respondido: “Sí, y con el de su madre, ocho”. Bueno, pues me escribe Rebeca, bisnieta de don Plácido, de este tenor: “Hace unas semanas usted publicó un relato en su sección Superconfidencial, con el título Y con el de su madre, ocho. Le escribo en nombre de mi abuela, que como ya podrá suponer era una de esas jóvenes que usted nombra, en concreto la mayor”.

2. Sigue la carta: “El artículo llegó a sus manos para darle una alegría, al ver lo bien que usted describía la época de su juventud y lo bien que habló tanto de su familia como del local, que por cierto nunca tuvo cartel. Además, su padre (dueño del bar) se llamaba Plácido y aunque yo nunca tuve la oportunidad de conocerlo, sí es cierto que su carácter serio era conocido por sus clientes, por lo que sus habituales nunca hubieran sido capaces de preguntar aquella barbaridad”.

3. Termina Rebeca la carta: “Y sí es verdad que ese famoso bar marcó la vida de esas seis jóvenes muchachas, que aún gozan de buena salud, y que hoy en día se encuentran con antiguos clientes que recuerdan perfectamente el trato amable y familiar que recibían en aquel establecimiento de la Cruz del Roque. Un saludo afectuoso, Rebeca”. Qué alegría me ha dado recibir esta carta de Rebeca, hablando de su familia y agradeciendo lo publicado. Todas estas cosas forman parte de la pequeña historia de la Isla y estas anécdotas hablan de la educación y el respeto de nuestras gentes. Don Plácido, en aquella ocasión, ni se inmutó. Se limitó a mostrar su indignación poniendo en su sitio al peninsular, que desde luego no tenía culpa de nada pues su anfitrión le dijo que lo esperara en La casa de los siete conejos; y allí no había cartel.
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