tribuna

Entre dos aguas

Aún pueden verse en las fotos amarillentas. Hombres y mulas cargadas de sacos que trepaban por los montes de Tenerife para, allá arriba, horadar las entrañas de la isla y penetrar tierra adentro hasta encontrar las vetas de agua. Mineros improvisados que buscaban oro líquido a golpe de pico y de barreno.
Fue la fuerza de los agricultores, el dinero de la guataca o la azada, el que pagó los centenares de kilómetros de galerías y pozos que se perforaron en nuestra isla. Fueron ellos los que crearon las comunidades de agua. Y los que tendieron los canales por encima de los barrancos, de un lado al otro de Tenerife. Fue ese agua la que sirvió para darnos de beber y para el cultivo de nuestras medianías.

Estas son las raíces sobre las que se asienta la historia y el desarrollo de nuestro pueblo. Pero un árbol no sólo son las raíces de las que viene y en las que se sostiene. Ni puede vivir sin ellas, ni ellas sirven sino para sostener la gran estructura del tronco, las ramas, las hojas y los frutos.
Hace veinte años, el Cabildo Insular de Tenerife creó el Consejo Insular de Aguas para que fuese el crisol en el que se encontrase la fuerza de nuestro sector privado y la de nuestro sector público. Para que se encontrasen el pasado que fue y el futuro que ha de ser.

Somos un enorme barco que permanece anclado en medio del Atlántico con más de un millón de tripulantes y cinco millones de pasajeros que nos visitan cada año. Garantizar el suministro de agua para nuestros centros urbanos, para nuestros servicios turísticos, para nuestra agricultura, es una tarea de la que el Cabildo es directamente responsable.

Las aguas que obtenemos directamente de la naturaleza ya no son suficientes ni en cantidad ni, en ocasiones, en calidad. Hemos aprendido que los recursos naturales deben explotarse con sentido común, con la aplicación de criterios científicos, que permitan la recarga de los acuíferos. Y hemos aprendido que la solución a un creciente consumo no es la sobreexplotación, sino la reutilización de las aguas de consumo humano para que puedan tener una segunda vida y la obtención de aguas a través de la desalación.
El Cabildo de Tenerife fue también pionero, como nuestros comuneros, en la creación de un plan de balsas para la isla que permitió almacenar grandes cantidades de aguas de naciente que, de otra manera, se hubieran perdido por los barrancos hacia el mar. Y a través del Consejo Insular de Aguas y de los trabajos que han concluido en el Plan Hidrológico Insular, hemos sido capaces de acercarnos al mundo del agua con un criterio científico y desde posiciones que han intentado conciliar el pasado con el futuro, el mundo del agua que fue y el mundo del agua que será.

Hemos creado infraestructuras de producción de aguas, de almacenamiento y de transporte. Hemos lanzado procesos de tratamiento y reutilización de aguas residuales. Nos hemos involucrado en obras hidráulicas por toda la isla y hemos invertido importantes recursos en preparar numerosas zonas que se encontraban en situación de riesgo por posibles avenidas en caso de lluvias torrenciales.

Han sido dos décadas de un trabajo que se ha mantenido con rumbo firme y un objetivo claro: el desarrollo de Tenerife. Todos estamos unidos por ese interés superior.

Nos toca seguir ahora ese camino en un presente que debe respetar el pasado tanto como el pasado debe entender el futuro. Es el Cabildo donde deben encontrarse todos los intereses, todos los esfuerzos y todas las soluciones. Tengo la confianza en que seremos capaces de aprovechar lo mejor de cada uno de nosotros para hacernos mucho mejores a todos. También en el mundo del agua, donde nos tenemos que mojar sin guardar la ropa, porque esta tierra y su gente se lo merece.

*PRESIDENTE DEL CABILDO DE TENERIFE