nombre y apellido

Marujita Díaz

Con el obligado y discreto retiro de Carmen Sevilla y la inesperada muerte de Marujita Díaz se cierra, apenas sin ruido, una página cañí del álbum hispánico, un legado folclórico y sentimental del medio siglo; de la última posguerra y el celebrado desarrollismo de los tecnócratas cristianos, de la llamada insistente y baldía a las puertas infranqueables de los organismos internacionales y el Mercado Común; y del despegue turístico del litoral levantino y andaluz, y los soleados archipiélagos, bajo la consigna, que no eslogan, que impuso el dinámico Fraga Iribarne: Spain is different. ¡Vaya que si lo era! Por un canal privado emitieron La Cumparsita, realizada por Florián Rey en 1948, y la primera de sus cuarenta y seis películas, de estrella o actriz de reparto, y algunas premiadas por el Sindicato Nacional del Espectáculo. En la presentación y despedida, coetáneos y tertulianos del famoseo hablaron de la trianera despachada que se despidió del cine con un corto de Miguel Angel Vivas (Tesoro, 1998) y que protagonizó una veintena de revistas pícaras, espectáculos de coplas y musicales, algunos de promoción ajena y otros escritos expresamente para ella. Popular dentro y fuera, “españoleó por las Américas, como los toreros en invierno” y recorrió los cuarteles de los tres ejércitos y los campamentos coloniales para “calentar al personal y reforzar su moral” en las refriegas soterradas y los conflictos abiertos en el Sahara Occidental. Por esas campañas mantuvo siempre en su repertorio los pasodobles -o marchas castrenses- Banderita, estrenada por el maestro Francisco Alonso en 1919, y Soldadito español, escrita en 1927 por Jacinto Guerrero, que alcanzaron gran popularidad en el último tramo de la monarquía de Alfonso XIII y que Marujita, la única persona que hizo rotar los ojos dentro de sus órbitas, cantaba en cualquier instante, por petición o sin ella. Tuvo dos matrimonios fallidos; el primero con un mal actor y buscavidas venezolano, Espartaco Santoni, que hizo mucho ruido y acabó en huida; y el segundo, con el bailador Antonio Gades, “que empezó de perlas y acabó de pena” y un sinnúmero de amoríos que prolongó mientras pudo. “Coqueta como nadie”, ocultó una grave enfermedad que superó hace cinco años y murió sola. En su velatorio -ella que fue “tan cumplida” con los amigos y en los ritos sociales- no hubo rostros conocidos, sólo algunos anónimos nostálgicos de su gracejo y sus ínfulas patrioteras.