Muchos de nosotros hemos leído páginas y páginas sobre los diferentes modelos de gestión empresarial que existen en la actualidad. Este tipo de lecturas están de moda, hasta el punto de que en muchas librerías, incluso en las tiendas de prensa de los aeropuertos, han dedicado una o varias estanterías precisamente a este arte de dirigir equipos, o lo que también es denominado en el mundo directivo, como el management. Libros, tratados, cursos sobre el management, en los que llegas a tener la sensación de estar permanentemente subido a un caballito de feria: una y otra vez parece que tan sólo se le están dando vueltas a las mismas ideas. En los fines de semana, raro es el medio de comunicación que no incluye reflexiones sobre la materia, y reconozco que al final de su lectura, frecuentemente llego a la conclusión de haber disfrutado infinitamente más con la calidad de la redacción, que con la idea o conceptos allí contados.
En la inocencia de confiar que usted, estimado lector de este artículo, no haya abandonado de momento la causa de su lectura, sería razonable que se pudiera haber hecho una idea del perfil de sus autores en cuanto a su desmedida prepotencia. Cierto es que se ha podido dar la sensación de criticar o querer tirar por tierra cientos de teorías que sobre la materia se han escrito a lo largo de los años. No ha sido, ni es nuestra intención.
Si nos propusiéramos entre todos a dibujar el mejor modelo de management, con seguridad aparecerían condiciones o valores tales como el oficio, la honestidad, la buena comunicación, capacidad para la fijación de objetivos y prioridades, esfuerzo, capacidad de sacrificio, compromiso, orden, disciplina, exigencia, generosidad, reconocimiento, proximidad, apoyo, formación constante, aprovechamiento de la experiencia, gestión del error y para terminar, también la diversidad. Todos quisiéramos ser tenedores de esas cualidades en nuestra gestión del día a día. Todas esas características son necesarias, o al menos deseables, y, analizadas en su conjunto, podríamos incluso pensar que definen a un directivo cuasi perfecto, tal vez irreal, y del que, muy a nuestro pesar, tendríamos que reconocer que estamos a distancia sideral del mismo.
Estimados lectores: este modelo existe y está a nuestro alcance. Hablamos de un modelo que se ha venido gestando desde hace miles de años, que se ha venido transmitiendo generación a generación y ha sido, en gran parte, responsable de mantener viva la especie humana. Me refiero a la existencia de ese fundamento único de donde emana, entre otras muchas cosas, el arte del management. Nos estamos refiriendo al modelo de gestión que aplica una madre, día a día, todos los días del año, todos los años de su vida. Un modelo de gestión que además de poseer las condiciones ya citadas, es, en sí mismo, tenedor de valores que le son casi exclusivos: la capacidad de entrega, el amor infinito, un compromiso sin límite con el equipo y con una meta imperecedera, para siempre.
*Asociación de Directivos de Canarias