trac tici tac

Mesa para cinco

Era imposible verlo venir y sin embargo pasó. Ahora la memoria lo evoca como algo mágico más que como un nítido recuerdo. Fue de esas cosas que suceden por causalidad y no suelen prodigarse, situaciones que hay que saber agarrar al vuelo porque si te despistas se van, desaparecen. Si estás haciendo algo en ese instante no importa, lo quiera que tengas que hacer tampoco, mucha menos relevancia tiene lo hecho hasta ahora. De pronto, la confluencia de ciertas almas, transforman determinados momentos en una inspiración y logras viajar a espacios inimaginados, a terrenos en los que realmente puedes ser tú, donde es imprescindible agarrarse, abrir bien los ojos, dejarse sentir. Por esto, un coleccionista de momentos como yo, no podía dejar escapar lo tejido por la luna en la noche de este lunes, y que arropó con sed de más, la madrugada del martes. Fue entonces cuando, al abrigo de la palabra, los corazones dejaron de tener miedo. Las miradas se multiplicaron y aquellos cinco cuerpos comenzamos a fluir en un mar de conexiones imprevistas. No hizo falta un protocolo, inventamos todo sobre la marcha, improvisando movimientos, letras, músicas y universos. Hubo tiempo para danzar, escuchar una sinfonía, para bailar flamenco, dirigir un concierto, contar hasta infinito, para componer una banda sonora, escribir un poema y hasta se pudo dar vida a los personajes de una nueva obra de teatro. Y en medio la risa cómplice, amiga, contaminando el lugar de una paz inusitada, del reposo indispensable para continuar viviendo. Creamos nuestra propia burbuja donde el arte se convirtió en la bandera con la que resistir a esta existencia cruel. En ella encontramos el refugio, el calor, los nutrientes necesarios con los que mitigar quebrantos. Afuera sólo quedó el ruido sordo de la ciudad con su ritmo constante, perpetuo. Las horas volaron mientras nos empapamos de sensaciones. Quién sabe lo que se pudiera haber prolongado sin las limitaciones del tiempo y del espacio… pero hubo que regresar. Los veintiocho wasaps, las siete llamadas perdidas y los tres mensajes en el buzón de voz que aguardaban en el dispositivo móvil, nos devolvieron de nuevo a donde pertenecíamos, cargados eso sí, de las emociones que nos hacían falta para seguir soñando.

@cesarmg78