Como anticipamos, la generosa donación del empresario Plácido Arango (1931) al Museo del Prado agregó nombres relevantes al catálogo de la institución y cubren viejas y graves lagunas históricas de la colección permanente. Destacamos sobre todas las adquisiciones, dos obras de Pieter Kempeneer (1503-1580), natural de Bruselas y formado en las gildas de esta ciudad, que se estableció en Sevilla, cuando ésta era el primer puerto del Imperio gobernado por Carlos I de España y V de Alemania. Su activa residencia se extendió desde 1537 hasta 1562, y motivó la castellanización de su nombre y apellido y un matrimonio con descendencia en lo personal y, en lo profesional, una labor trascendente y aplaudida que justificó que el culto Francisco Pacheco, en la centuria siguiente, le calificara como “el padre de la pintura sevillana del XVI”. Con el naturalismo y la mesura del estilo nórdico, aprendido en la infancia y juventud, y el credo manierista fervientemente adoptado, animó los cánones, dinamizó las agrupaciones e impulsó un nuevo e imparable rumbo frente a la estética serena y amable practicada por los maestros emigrados de los Países Bajos del Sur. Dotado de una imaginación portentosa, exquisito gusto e innatas capacidades y recursos técnicos y un exigente espíritu de superación, que satisfizo en los activos centros plásticos de Italia -en Venecia y Bolonia, especialmente- introdujo el paisaje y acentuó su protagonismo en las composiciones, acentuó el movimiento de los grupos y los contrastes de luz a la vez que cuidó la armonía, la elegancia y la dignidad de las figuras centrales. Sus primeros encargos fueron estampas de la Pasión y madonas de devociones diversas; y durante un largo cuarto de siglo diseñó y realizó retablos de gran ambición formal -en compañía de Pedro Alfian, su fiel colaborador, y otros oficiales brabanzones- que aún adornan la seo y destacados templos andaluces y excelsos trabajos de caballete, conservados hoy en museos franceses, a los que llegaron como producto de las rapiñas de las tropas napoleónicas, europeos y americanos. La llegada a los fondos públicos de un Descendimiento -un asunto antiguo y recurrente en la producción del artista bruselense- y Camino del Calvario, ambos adquiridos fuera de España, tienen carácter de acontecimiento cultural y el gesto del empresario hispano-mexicano una noticia de primera plana en cualquier donde la cultura y el arte conservaran su jerarquía moral.
Pedro de Campaña publicado por Luis Ortega →