África Fuentes abrió sus ojos por primera vez en la parte más alta del barrio lagunero de San Roque, cuando corría el año 1937. Ahora, a sus 77 años, se ha convertido en todo un símbolo de solidaridad en los barrios capitalinos de García Escámez y Somosierra; más si cabe después de ser condecorada con la Orden al Mérito Civil, que le entregó en junio en Madrid el rey Felipe VI.
En el momento en que se atraviesa el marco de la puerta de la asociación de vecinos que ella misma preside, en García Escámez, uno se da cuenta del mérito que tiene el trabajo de una mujer que ha revuelto cielo y tierra para conseguir que los recursos que la sociedad dispone sean repartidos entre personas que no tienen empleo o ingreso alguno.
En el exterior de la asociación aguardan sentados en sillas jóvenes del barrio que han encontrado allí un punto de encuentro, donde realizan talleres y actividades. Junto a sus colaboradores y su perro, compañero en mil batallas, África distribuye la comida y la ropa. Incluso, en ocasiones les paga la gasolina a los que vienen desde muy lejos en busca de unos kilos de alimento.
Su móvil no para. Se pasa el día llamando a las grandes superficies para “pedirles por favor que no tiren alimentos a la basura si estos aún se pueden aprovechar”. Además, con frecuencia organiza recogidas de comida en diferentes puntos de la Isla a los que, por los achaques de la edad y las enfermedades que ha sufrido, ella misma ya no puede acudir, pero sí todo un ejército de ayudantes que no dudan en movilizarse cada vez que ella les hace una llamada.
700 familias acuden tres veces en semana a la asociación en busca de ayuda
Esta mujer tinerfeña recuerda su dura infancia, en la que “no había ni luz ni agua y se comía cuando llegaba la fruta en verano, pero el resto del año pasábamos mucha hambre”. Trabajó desde que tuvo fuerzas para ello. Con 11 años empezó en una peluquería en Santa Cruz, donde llegó a tener 12 empleadas. “Yo lo único que sabía era lavar el pelo, pero enseguida me espabilé y demostré que valía para el trabajo, rememora Fuentes.
La dama de hierro, como muchos la conocen, lleva veinte años trabajando para los más necesitados, comenzó su labor social después de que a su marido le diagnosticaran un cáncer que, según sus médicos, solo le permitiría vivir tres meses. Pero gracias a la fuerza y humor que desborda el espíritu luchador de África, aguantó 19 años más. Cuando el médico le comunicó la terrible enfermedad a su marido ella no quiso hacerle caso. “Lo animé a que hiciese algo por los demás, ya que nosotros mismos nos vimos sin nada de un día para otro”. Fue su marido, Manuel Perea, el que decidió montar junto a ella El comedor del amor en Cuesta Piedra, desde donde iban a por pescado a la Dársena y a por gofio al barrio de la Salud. “Era la época del sida, en la que la gente cayó enferma, pero a mí me daba igual; yo los abrazaba, los quería y comía con ellos”, cuenta África.
Un ejército de voluntarios
En la asociación reparten la comida que les suministra el Banco de Alimentos para las 700 familias que acuden tres veces a la semana -los lunes, miércoles y viernes- en busca de algo de ayuda para llevar a casa. Todo esto gracias a una treintena de voluntarios que en pocas horas llenan las cajas con los alimentos de primera necesidad. Además Fuentes ha conseguido que se donen dos ordenadores, dos billares, sillas, mesas, televisiones e, incluso, congeladores para poder recibir más alimentos. “A mí me han ayudado siempre por que soy muy pesada”, declara entre risas. El último día de Reyes, 120 niños recibieron sus regalos gracias a la asociación que con la ayuda de África recolectó juguetes nuevos para todos ellos, provocando el llanto de más de un padre.
Fuentes: “Se tiene que hacer más por las familias que están siendo desahuciadas”
Cuando llegó la llamada de la Casa Real ella pensó que se trataba de una broma pesada. “Tuvo que ponerse mi hijo al teléfono. ¿Quién se va a creer que el rey te va a llamar?”, comenta sonriente. Acudió el pasado 19 de junio en Madrid a la entrega de la Orden al Mérito Civil. África no pasó desapercibida por su carácter dicharachero. Se saltó el protocolo del saludo a los reyes debido al fuerte dolor de piernas que sufre. Llegó a intercambiar una conversación con la reina, provocando una gran cola de gente que quería también conversar con doña Letizia. Ya se conocían, de la inauguración del Palmetum de Santa Cruz, hace un año. “La reina -asegura- es muy amena, agradable y sobretodo inteligente, ya que no se acercaba a todo el mundo; fue algo que le noté en los ojos”.
Doña África no quiere que se olvide que el mérito de su labor es en realidad de todos sus colaboradores: “Ellos son los que se mueven y tiene la fuerza que a mi me falta”. Reclama que “se tiene que hacer más por las familias que están siendo desahuciadas, y muchas madres tienen miedo de que le quiten a sus hijos. Lo peor es que la gente no quiere decir que están en la calle, por eso acuden aquí”.
La fortaleza que esta chicharrera muestra solo es superada por el humor con el que ha afrontado cada obstáculo que la vida ha puesto en su camino. Así al hablar del cáncer que padece dice: “Siempre he sido muy realista, yo me lo imaginaba desde que el médico me citó para informarme, pero le dije al cáncer: si tú te crees que me vas a asustar, estás muy equivocado”. Esta es sin duda una gran mujer.