DEJA VER

Bajarse en marcha y cantar barreno

Hay imágenes que han desaparecido de nuestras vidas prácticamente sin darnos cuenta. Aunque muchas las consigo mantener en el disco duro de mi memoria, que por ahora me funciona bastante bien. Dedicaré la columna de hoy a recrearme en algunos ejemplos.Recuerdo como eran antes las guaguas en nuestra ciudad. Aparte de ser de un color diferente, pues eran azul marino, no tenían puertas. Esto evitaba ese sonido desagradable, que tienen las de ahora al abrir o cerrar, que parece que te están mandando a callar de forma grosera. En la guagua iba el conductor y el cobrador, que llevaba colgada una cartera de cuero gastado donde aparte del dinero llevaba un soporte con tickets que solían ser azules, rojos y amarillos, como las luces de un bar de alterne de carretera. En la parte lateral del techo y a lo largo de todo el vehículo, había un cordón de cuero que al tirar de él accionaba una campanilla que servía para avisar al conductor de que se detuviera en la próxima parada. Para reanudar la marcha, lo accionaba el cobrador a la voz de: “ Vaaamos…”. Al lado del conductor había un cartel que rezaba: “Se prohíbe escupir en el suelo y hablar con el conductor”. Muchos hombres tenían la peligrosa costumbre de bajarse con la guagua en marcha. Requería calcular tu centro de gravedad, dejándote caer con una ligera inclinación de espalda. Todo para ahorrarte caminar unos metros. A mí, aquello me atraía de manera especial. Me parecía de adulto. Cierto día decidí intentarlo. Llegando a la parada de Muelle Norte, frente al Club Náutico, fue el lugar elegido.

Ni que decir tiene, que con mi inexperiencia calculé mal lo del centro de gravedad. En la esquina de la entrada al Club, había un kiosko de nombre Bar La Manigua. La clientela observó de pronto, como un obús proveniente de la puerta trasera de la guagua que acababa de llegar, se acercaba trastabillando de forma peligrosa y se dispersó de forma inmediata. Finalmente caí en plancha, cuán largo era, a los pies de la barra de La Manigua. Después de semejante leñazo, se me quitaron las ganas de hacer aquello que con tanta facilidad hacían los mayores. Otra de las imágenes que han desaparecido, son los que cantaban barreno. Cuando se realizaban obras de construcción y había que demoler algo, se hacía mediante explosiones de cargas de dinamita. Para ello, se alertaba al vecindario y se impedía el paso en las proximidades de la obra. Uno de los trabajadores era el encargado de cantar el aviso. Tras dos avisos, finalmente cantaba: “¡Barreno y fuego a las tres!”. Entonces se producía la explosión.
En el argot popular ha quedado la frase, para cuando alguien canta mal, de: No sirve ni pa cantar barreno…Y lo de bajarse en marcha ha terminado por servir para explicar una finalización del acto sexual. Deja ver…