Un amable -y curioso- lector nos critica muy cordialmente por pasar sin solución de continuidad de escribir sobre Grecia y Europa a escribir sobre las romerías canarias, sin detenernos siquiera un momento en analizar la actualidad política del Archipiélago. Los lectores siempre tienen razón y aceptamos la cordial crítica, pero, amigo lector, ¿qué actualidad política del Archipiélago? Porque, después de unas elecciones autonómicas, del inicio de una nueva Legislatura y de la constitución de un nuevo Ejecutivo, aquí estamos como siempre: con el consabido Gobierno de Coalición Canaria, pese a no haber ganado las elecciones, y con los socialistas de acólitos serviciales para lo que haga falta. Chistes viejos con caras nuevas -o no tan nuevas-, con las consabidas promesas y los consabidos proyectos, menos auténticos y menos creíbles que las romerías canarias de cartón piedra. Hace ahora tres años se celebró en Tenerife el V Congreso de Coalición Canaria, denominado Nacional, un Congreso que, más allá de los cambios organizativos formales aprobados, puso de manifiesto la profunda división interna que, ya entonces, sufría la formación nacionalista isleña. Paradójicamente, en ese Congreso se quiso potenciar su carácter de partido unido frente al de coalición. Sin embargo, no se pudo ocultar que se trata de una coalición de intereses que confluyen en el poder. Y cuando el pegamento del poder escasea, y no hay prebendas para todos, el disfraz de la aparente unidad desaparece, y los sectores enfrentados se quitan la careta y dejan entrever el rictus crispado de sus auténticos rostros.
El sector de Paulino Rivero se impuso por una corta mayoría, suficiente para ganar el Congreso, pero que el entonces desconocido futuro se ha encargado de calificar de triunfo pírrico. Al igual que ha puesto a prueba las declaraciones que en aquel momento hizo el flamante nuevo secretario general del partido, José Miguel Barragán, con sus competencias formalmente reforzadas frente a la Presidencia, quien manifestó que no habría “cuchillos largos” ni “represalias” en su mandato, pese a su ajustada victoria. “Ese no es mi estilo, y la crisis es lo más importante”, afirmó, añadiendo que afrontaba un trabajo “arduo” porque tenía que “convencer” a un sector del partido de las ventajas de la nueva estructura orgánica. Por último, destacó que Coalición Canaria debía seguir un “camino distinto” al de los partidos estatales, con un “proyecto nacionalista e identidad canaria”. En definitiva, la huera retórica habitual de todos los partidos de este país, en especial de los nacionalistas, porque era evidente que Coalición ya había seguido en el pasado un “camino distinto” al de los partidos estatales, con un “proyecto nacionalista e identidad canaria”. Mayor interés tuvieron las manifestaciones del propio Paulino Rivero, que, por enésima vez, denunció el supuesto maltrato que sufren las Islas por parte del Gobierno español y vinculó ese supuesto maltrato a la pérdida de peso político sufrido por Coalición en los últimos tiempos. El buen trato recibido en los dieciocho años anteriores, puntualizó, no se debió a la generosidad de socialistas y populares, sino a la presión ejercida por el nacionalismo canario. Todo un manual resumido de nacionalismo y de ideología política nacionalista: la teoría de la eterna conspiración anti Canarias de los perversos poderes estatales. Dos años y medio más tarde, se confirmó la brutal división que sufría el partido, y el entonces presidente del Gobierno canario se vio obligado a retirarse de la carrera para encabezar la candidatura de Coalición Canaria a la Presidencia del Gobierno en 2015, es decir, para ser presidente de nuevo. Y se retiró tras una primera votación del Consejo Político coalicionero, en la que le venció el que era alcalde de La Laguna y presidente del partido en Tenerife, Fernando Clavijo, que, posteriormente, fue elegido como candidato de la formación, es decir, como presidente de Canarias. Rivero obtuvo en la primera votación 40 votos, frente a los 45 de Clavijo y a las seis abstenciones que se registraron, y fue necesaria una segunda votación para elegir al candidato, ya que ninguno de las dos había alcanzado los tres quintos necesarios. En esta segunda votación se produjo la elección de Clavijo, que obtuvo el respaldo de 66 de los 92 miembros del órgano, con 23 irreductibles y varias abstenciones.
El voto secreto propició cambios de bandos y promesas de apoyo incumplidas, y se habló, concretamente, de diez votos tránsfugas. Pero lo cierto es que la enemiga de la vieja guardia y de los fundadores de ATI hacía colegir que la política de la crispación y el enfrentamiento por el enfrentamiento con Madrid, que Rivero había protagonizado, tenía los días contados. Amigo lector, ¿qué actualidad política del Archipiélago? La única actualidad política es que aquí menos de cien personas deciden quién va a ser presidente del Gobierno de Canarias, porque integran el órgano directivo de nuestro particular partido hegemónico. Y el sector dominante en ese partido es el que marca la orientación de nuestras políticas. ¿Y los socialistas y los populares? Muy bien, gracias. Es un viejo chiste que sufrimos desde hace muchos años, pero que tiene muy poca gracia democrática.