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Homenaje a Ignacio González Martín

1. El viernes, un numeroso grupo de empresarios tributó un homenaje a Ignacio González Martín. Ignacio representa la bonhomía, el señorío y el ejemplo de self made man. Un palmero que quiso estudiar medicina pero que abortó el plan cuando, siendo un niño, operó a una gallina y la cosa no salió del todo bien. Emigró a Venezuela, navegó por ríos procelosos vendiendo cualquier cosa, se casó con una mujer extraordinaria y formó una familia que ha sufrido las tarascadas de la insidia en una sociedad mayoritariamente ruin como la nuestra. Porque Ignacio hizo fortuna trabajando. El viernes, docenas de empresarios y otros amigos reivindicaron su trayectoria y le dieron una satisfacción en forma de abrazo colectivo, en la casa familiar de los Escuder, junto al aeropuerto. Yo fui, vi en persona la avalancha de gente y huí, agobiado por la multitud –padezco de claustrofobia–. Pero Ignacio sabe que tiene mi amistad, mi aprecio, mi colaboración modesta y que puede disponer de mí, que soy su amigo de muchos años.

2. Hubo palabras de agradecimiento, de reconocimiento y de apoyo a un hombre al que han querido joder, así, sin paliativos, políticos envidiosos, abogados vacíos y sistema judicial cuanto menos confuso. Yo estoy seguro de que Ignacio saldrá indemne de las batallas que le han planteado, sencillamente por haber tenido la habilidad de ver un negocio y hacerlo. Luego va a resultar -aunque nunca se sabe- que lo de Las Teresitas no era tanto negocio, pero bueno. Ignacio presidió la Cámara de Comercio en su etapa más brillante; sus hijos son empresarios que se ganan la vida trabajando en varios sectores productivos. Y el viernes se demostró que tiene una legión de amigos que le quieren. Yo entre ellos.

3. La mala fortuna hizo que Ignacio tuviera un problema grave de columna, del que fue intervenido, y hace poco sufrió un accidente que estuvo a punto de costarle la vida: su coche, estacionado, fue rodando hacia donde él estaba, intentó pararlo y casi se queda en el intento. Ya recuperado, el viernes respondió, emocionado, a tantas muestras de cariño de cientos de personas que le dieron una sorpresa. Allí estaba todo el mundo, incluso yo, que tengo claustrofobia y que me molesta la gente.
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