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Matar periodistas: ¿deporte mexicano?

Las cifras aportadas por sindicatos y ONG internacionales, acerca de periodistas asesinados y desaparecidos dan la impresión, a desprevenida lectura, que hablan de un país en guerra civil, contra enemigo regular externo, o enfrentando la barbarie del Estado Islámico. Pero no. Ni siquiera es uno de aquellos países acusados de amordazar económica, legal y administrativamente a los medios de comunicación y sus trabajadores. Hablan de México: 80 periodistas asesinados y 17 desaparecidos en solo una década. Algo impensable en un país que siempre destacó en Latinoamérica por su amplia cantidad y pluralidad de medios; donde muchos extranjeros pasan por sus destacadas universidades para especializarse en comunicación social, y las investigaciones de periodistas aztecas han logrado premios internacionales. Y esto último parece ser la causa de la pasividad cobarde -o cómplice- de gobiernos, fuerzas armadas y de seguridad aztecas ante tanta barbarie. Que esas investigaciones periodísticas pusieran nombre y apellido a corrupción, explotación laboral y sexual; tráfico de drogas y personas; asesinatos mafiosos y delictivo control territorial.

Entonces si es guerra, y justifican más periodistas muertos y desaparecidos que en Irak o Afganistán. Pese al enésimo reclamo de Periodistas Sin Fronteras, la Sociedad Interamericana de Prensa y la Organización de Estados Americanos exigiendo a México protección y esclarecimiento, especialmente tras la muerte del fotoperiodista Rubén Espinosa, el pasado 31 de julio en Veracruz -uno de los lugares más peligrosos del mundo- junto a cuatro mujeres, pese a que el mismo advirtiera que era objetivo, el Gobierno central solo reiteró promesas previéndose que, visto lo visto con la masacre de los 43 estudiantes, es inoperante o peor aún. No le interesa proteger a quienes desnudan “trapos sucios” propios y ajenos, y “el tiro al plato” es ahora un deporte nacional rebautizado en México como “tiro al periodista”.
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