tribuna

Rebajas en la transversalidad de Podemos – Por Carlos Carnicero

El País, fundamentalmente, pero no solo este periódico, señalan que la temporada de rebajas en Podemos no ha dado frutos; más bien al contrario: descafeinar el producto original no solo no le hace crecer o consolidarse, sino que esta novedosa fuerza política ha perdido la frescura que siempre ofrece el descubrimiento de un producto y ahora se ha instalado en la pendiente de bajada. No crece, sino que retrocede, Y la revolución que se prometía de partido abierto tampoco responde a las expectativas de participación de sus bases inscritas. En las primarias, la contribución de sus militantes online se situó en un 15,5%. Hay contradicciones que no resisten la credibilidad de un producto. Se retiran ostentosamente retratos del Rey en alcaldías, pero no se hace un planteamiento republicano. Se promete participación directa, pero el partido, como cualquier otro de los que existe, tiene una dirección técnicamente leninista con un sistema de centralismo democrático. Una élite gobierna Podemos en una casta en la que no faltan amiguismo, cooptación de afines y control férreo de la dirección. Las ideologías a la carta podría ser la mejor definición de transversalidad. Contentar a todos para no comprometerse con ninguno. Si antes el modelo a seguir era Venezuela, ahora se habla de Suecia. Pero no se fijan ni criterios fiscales ni modelos de financiación de sus proyectos. Pasado el efecto novedad, en la que el “posturismo” y los gestos eran la base política de un modelo basado en la comunicación, llega la hora de la gestión. Y los resultados son lo que empieza a fijar la atención de los ciudadanos. Podemos, como el resto de los partidos, tiene exámenes en septiembre. Las elecciones catalanas son una prueba de fuego y las circunstancias que rigen son bipolares: o independencia o compartir un proyecto con el resto de España. Mal momento para un “sí pero no”. La patente de la candidatura unitaria tiene su contrapunto en los partidos constitucionales. Llamar la atención en un mercado tan estrecho exige pronunciamiento. Y Podemos no se quiere o no puede aceptar el envite de Artur Mas para sumarse al modelo soberanista, y el espacio que queda se lo tienen que repartir el resto de las fuerzas políticas. Podemos ya no será novedad y la transversalidad catalana es una mercancía con poca demanda en un planteamiento presentado como plebiscitario. Hay un calendario interesante, porque después de las elecciones catalanas vienen las generales. El propio Mariano Rajoy, consciente de la que se avecina, se ha descolgado a estas alturas a favor de la reforma constitucional en un claro gesto de oportunismo político. Si Podemos se incorpora a la reforma Constitucional, ¿podrá definir el modelo de estado que propone? ¿Aprovechará para aclararnos si es partidario del federalismo o de la república o de las dos cosas? Malos tiempos para contentar a todos, para ser transversal, en un momento en que la situación exigirá comprometerse, sabiendo que se provocará el descontento de una parte de su electorado que querrá lo que le prometieron al comprar un producto novedoso que está dejando de serlo.