La experiencia vivida hace poco en el escenario natural del Parque Nacional del Teide no se puede describir con palabras ni con la escritura. Hay que vivirla personalmente. Un lugar único, mágico; poderoso, lleno de fuerzas, de vida, energías positivas y engalanadas por las bellezas de sus atardeceres y amaneceres. Un espacio natural que te invita a la reflexión y ver el mundo de otra manera. Incluso, retroceder al túnel del tiempo, recordando a nuestros antepasados los guanches, los cuales subían con sus ganados a las Cañadas, territorio común. La convivencia con un grupo de amigos/as resultó ser de los más reconfortante, especialmente unidas por el dialogo establecido en las comidas, caminatas, reuniones e intercambios de impresiones de muchas cosas de la vida. Un valor en la comunicación que se ha ido perdiendo con el tiempo. La curiosidad y las ganas de llegar y ver por vez primera El Refugio Edmundo Herrero, donde nos quedamos resultó ser fascinante. Este pequeño habitáculo está situado en la carretera TF-21 en Las Cañadas del Teide, cercano a la zona denominada Los Azulejos. Muy próximo se encuentra la popular zona de escalada de La Cañada del Capricho. Recientemente acondicionado interiormente, el refugio es gestionado por la Grupo Montañero de Tenerife. Del mismo modo, y recabando un poco más de historia sobre este refugio; fue una de las primeras edificaciones que se construyeron en Las Cañadas, antes de la declaración como Parque Nacional del Teide, cuyo objeto fue servir de estancia a los peones camineros encargados de la construcción y posteriormente de la conservación de la carretera a principios de siglo. Una vez terminada la construcción de la carretera ésta edificación fue cerrada, cesando su uso para la cual fue construida. Años más tarde, y tras muchos intentos por parte del primer presidente, Cesáreo Tejedor (fallecido) y su junta directiva, se logró que el antiguo Ministerio de Obras Públicas cediese esta instalación al Grupo de Montañeros que actualmente lo regenta; después de arreglarla y acondicionarla la convirtieron en refugio de montaña, sirviendo como enclave estratégico para el desarrollo de multitud de actividades de numerosos colectivos.
Repito, vivir momentos como el que he señalado anteriormente, es recuperar vida, felicidad, años, emociones, ilusiones y sueños. Un gran grupo de amigos/as que se sumaron a la expedición y que en todo momento estuvieron a la altura de las circunstancias. Tener al Parque Nacional del Teide como escenario, techo estrellado y paisajes insólitos, motiva una sensación de paz espiritual imaginable. Una expedición cargadas con mochilas de libertad: actitud positivas, alegría generalizada y experiencias embargadas por las emociones. Dos mil setecientos metros de altura que sirvieron para inyectarnos de dosis de felicidad y de creatividad entre el colectivo expedicionario.