La llegada del verano y el calor aconsejan darse un chapuzón para sobrellevar mejor los efectos del termómetro. En Canarias, además de magníficas playas, se cuentan por miles los establecimientos públicos y privados que poseen piscina, que en la mayor parte de los casos permanece abierta prácticamente todo el año. Esta circunstancia obliga a un estricto control sanitario de estas instalaciones, en las que se producen cientos de sucesos vinculados a la seguridad o salubridad del agua. Para evitarlos, la Dirección General de Salud Pública realizó el año pasado 738 inspecciones en todo el Archipiélago, de las que 26 acabaron en expedientes y duras sanciones por graves irregularidades.
Según explica al DIARIO la responsable de Sanidad Ambiental de la Consejería, María Luisa Pita, las Islas cuentan con una normativa autonómica específica que se ha cambiado en dos ocasiones, siendo el último documento en vigor el Decreto 212 del año 2005. Junto a él convive el Real Decreto 742 de 2013 del Ministerio de Sanidad, que trata de armonizar todas las disposiciones autonómicas respecto a estas instalaciones acuáticas. “Lo que buscamos con las actuaciones sanitarias que llevamos a cabo es proteger a los ciudadanos de dos tipos de riesgos, los vinculados a la seguridad de la propia instalación y la salubridad del agua. Para nosotros son dos términos que están indisolublemente unidos, porque no cabe mayor vulnerabilidad para un individuo que cuando está con la mayor parte de su cuerpo al descubierto, descalzo, bajo la acción del sol y mojado”, agrega María Luisa Pita.
Los riesgos derivados de la instalación, en materia de seguridad, se valoran en un informe sanitario previo a la concesión de la autorización para la actividad, que requieren los ayuntamientos o establecimientos que desean abrir una piscina. Entre estos requerimientos que se precisan están, entre otros, que las piletas tengan suelos antideslizantes y que estén secos; que tengan dos sumideros de fondo unidos a una única línea de desagüe, para que la presión se contenga y se pueda evitar el efecto de succión que se produce algunas veces; que haya pasamanos en condiciones; que el andén sea continuo y de unos materiales adecuados, etc. “En general, en Canarias hemos quitado todas las medidas accesorias, para centrarnos en lo fundamental. Aun así, estuvimos 8 años trabajando conjuntamente con las asociaciones de empresarios y colectivos profesionales, y cuando ya habíamos terminado el decreto tuvimos que adaptarnos a una serie de innovaciones que se habían producido”, recalca la responsable de Sanidad Ambiental.
Salud Pública realizó el año pasado un total de 738 inspecciones en las Islas
En cuanto a la calidad del agua, María Luisa Pita expone que “las claves son la depuración y correcta recirculación del sistema”. “El agua debe estar limpia, para que el cloro solo tenga que destruir la carga bacteriana que haya en el vaso; por eso, el filtro debe estar impecable, y la velocidad de la recirculación debe ser la adecuada. Con esas dos características, podemos tener agua de calidad, salubre y limpia”.
Y es que un incorrecto mantenimiento de estas instalaciones, en épocas como el verano, puede generar graves riesgos de salud para los usuarios. No en vano, el año pasado se detectaron en las piscinas canarias varios episodios vinculados a bacterias y parásitos como el cryptosporidium, que se asocia con una enfermedad llamada criptosporidiosis diarreica en seres humanos. “Solo los residuos del aparato genito-urinario ya pueden provocar un serio problema de salud, alerta la responsable de Sanidad Ambiental, quien deja claro que para evitarlos, “no solo es fundamental lavarse las manos después de ir al baño y ducharse antes de meterse en el agua, también se debe evitar el baño si se tiene algún proceso gastrointestinal, especialmente en el caso de los niños y bebés”. Junto a esta afección, otras mucho más comunes son las otitis, rinitis, conjuntivitis y dermatitis, que en la mayor parte de las ocasiones se transmiten a través de las toallas, por el uso de calzado inadecuado o por no llevarlo. “Afortunadamente, se producen pocos brotes al año, pero realmente no debería darse ninguno si se cumplieran las normas”, expone María Luisa Pita, quien confirma que las sanciones graves suponen un mínimo de 3.000 euros, y en algunos casos pueden conllevar el cierre de vasos o de toda la instalación.
Para examinar todas estas cuestiones, Salud Pública cuenta con un servicio de Inspección Sanitaria en las siete áreas de Salud, que revisa periódicamente las piscinas que están inscritas en el Registro de Sanidad Ambiental. En dicho registro de la Comunidad Autónoma existen actualmente 1.608 establecimientos con al menos un vaso. “Sabemos que no son todos los que tienen piscinas, porque hay algunos establecimientos que no aparecen. Pero esto no quiere decir que sean ilegales, sino que puede que nosotros no les hayamos comunicado la inscripción, o que simplemente no se ha inspeccionado”, reitera María Luisa Pita, quien asegura que “este año aumentarán las inspecciones y habrá más levantamientos”. El motivo, la proliferación de hoteles y otras empresas que cuentan con piscina. “Antes del desarrollo del decreto regional ya había muchos establecimientos que tenían piscina, que ahora tendrán que inscribirse en el registro. Pero nosotros estamos para ayudar al ciudadano, y también tenemos en cuenta que estamos en una comunidad eminentemente turística, donde muchas personas viven de esta industria”, concluye la responsable sanitaria.
El riesgo de acotar las piscinas naturales
Las piscinas naturales se controlan igual que las playas, “porque no tienen elementos artificiales de depuración”. Sanidad confirma que “suelen tener menos problemas de salubridad, pero los últimos años ha habido algunas incidencias porque los ayuntamientos se empeñan en acotarlas tanto que se dificulta la renovación del agua”. Por ejemplo, en 2013 hubo más de un centenar de hospitalizados por un brote vírico en Los Roques de Gáldar. “También hubo un problema en el Parque Marítimo de Santa Cruz de Tenerife, donde finalmente se transformó la piscina natural en normal, porque se hizo necesaria la depuración artificial”.
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· El papel del socorrista. El decreto regional determina el papel y la labor del socorrista. Hasta el año 2005 el número de socorristas dependía del tamaño de la piscina, cuando los expertos consideran que el riesgo “no está en la superficie de la lámina de agua, sino en el uso que se haga, el número de usuarios, etc.”. El reglamento canario establece que debe haber al menos uno por pileta, incrementándose la cifra según el riesgo, que será determinado por el titular o gestor de la instalación. Las comunidades de propietarios y los establecimientos hoteleros de menos de 40 unidades alojativas pueden no tener socorrista si vallan la piscina, porque se constata que en un vaso cerrado y solo accesible para grupos reducidos y menores acompañados, hay menos riesgo.
· Legionela en los spas. La legionela no se contagia por la piel ni por las mucosas, solo por vía respiratoria, y se da fundamentalmente en espacios cerrados, como spas, piscinas cubiertas, jacuzzis, etc. Si las instalaciones están tratadas correctamente, no debe aparecer, ya que hay tratamientos específicos contra esta bacteria.
· Contaminación química. Sanidad también aborda la contaminación química en las piscinas, es decir, el mal uso de los productos químicos que se emplean en el mantenimiento de estas instalaciones. Este año, uno de los grandes objetivos que Salud Pública propuso a la Inspección fue examinar aquellas instalaciones que habitualmente no se inspeccionaban o que no estaban en el registro. Para ello, se han actualizado los datos a través de las cámaras de Comercio, Internet, etc. Igualmente, se están verificando los productos usados, para que sean acordes a la normativa estatal existente.
· Claves para el usuario. Cualquier persona puede advertir si una piscina está en condiciones a partir de tres claves: transparencia, que se vea el desagüe del fondo desde la superficie; que el agua desborde el vaso y salga por la ranura que lo rodea; y, en tercer lugar, que no haya algas, porque su presencia es un indicador de la ineficacia de la desinfección.
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