en la carrera

Cincuenta años juntos

No son 50 años, son algunos más, y no son los que mi mujer y yo llevamos casados, que también ya suman unos cuantos, 18, y muchos más juntos, sino que comento los primeros cincuenta que mis padres, Nieves y Gregorio, llevan ya compartiendo un matrimonio, que el pasado viernes celebró sus bodas de oro.Cincuenta años, sí, sumando durezas, la vida, pero sobre todo tantas y tantas alegrías, como han sido, lo sé, el poder dar todo lo que han tenido, primero a sus hijos, mis hermanos Carmen y Cristo, y obviamente, a quien suscribe. Ahora, esas alegrías las siguen esparciendo a sus nietos, cinco que coronan diariamente su felicidad. Sin embargo, no quiero que esta columna sea egoísmo y rompa con mi intención dominical, la de ofrecer mi reflexión. No, lo que deseo es que los 50 años de compartir entre una mujer y un hombre, entre un matrimonio, entre dos personas que se aman, nos atraiga, como usamos hoy en la docencia, y en la vida diaria, a trabajar las competencias. Me explico, les invito, desde mi pequeñez, a mirarnos, hacernos preguntas, y establecer conclusiones que nos lleven hacia mantener lo bueno y mejorar lo cambiable. Mi padres han tenido sus dificultades, complejidades cotidianas. Nacieron en un mundo humilde y sencillo, pero donde el amor lo presidía todo, y el ayudarse era un verbo de uso muy corriente. Todavía hoy, cuando peinan ya sus 70, lo siguen haciendo. Recuerdo a papá, de niño, cuando regresaba del Aeropuerto de Los Rodeos, muy ya entrada la noche, y mamá le esperaba, en aquellos turnos de horas interminables. Nosotros nos dormíamos sabiendo que él volvería, que Dios lo traería a casa. Y siempre sentíamos en sueños su mirada al llegar, aproximándose a nuestro lecho, y la caricia de su suspiro que nos arropaba. Mamá ha estado ahí, en las mañanas con el corre corre, para que llegáramos al cole; y a la caída de la tarde, para que nuestra merienda estuviese lista, y que las tareas se prepararan, ayudándonos desde su pequeño pero sabio saber. Cuidando nuestras fiebres y enfermedades.
Ahora, cuidan de sus nietos. Esos abuelos, mis padres, como mis suegros, reviven su paternidad. Lo mejor de todo, siguen juntos, y nos enseñan que el matrimonio es un enlace complejo, pero igualmente fraterno. Tiempos de globalización, y de eternos matrimonios.