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John Carlin: “El mundo sería mucho mejor si hubiera más Mandelas”

John Carlin. | J. L. C.
John Carlin. | J. L. C.

De padre escocés y madre española, el periodista, escritor y guionista británico John Carlin (Londres, 1956) lleva toda su vida a medio camino entre Barcelona y Londres. Tras estudiar Lengua y Literatura en la Universidad de Oxford, en 1989 fue nombrado corresponsal jefe del diario The Independent en Sudáfrica, un país que lo enamoró y al que se entregó profesionalmente. Buena parte de su obra versa sobre esta compleja parte del continente negro y, especialmente, sobre la figura de Nelson Mandela, con el que llegó a tener una buena amistad. Su libro El factor humano -llevado al cine por Clint Eastwood- se convirtió en un bestseller y toda una referencia acerca de la importancia y la compleja relación entre el mundo del deporte y la política. Tras participar en el Congreso de la Sabiduría organizado por la Cadena Ser en Córdoba, en octubre estará presente en el Festival Periplo del Puerto de la Cruz. En medio de una apretada agenda, el DIARIO ha podido dialogar con él.

-En los últimos años se ha centrado especialmente en la vinculación entre el deporte y la política, y quizá el mejor ejemplo de ello es Sudáfrica, como refleja en El factor humano. Estamos asistiendo a episodios similares en todo el mundo, como ahora en España con el debate sobre la independencia de Cataluña. ¿Cree que se está instrumentalizando el deporte y empleándose como arma política?
“El deporte es más digno de admirar que de despreciar, en cuanto a valores, ya que nos da entretenimiento, una justificación para pasarlo bien y sirve como fenómeno de cohesión social. El fútbol, por ejemplo, es algo que une, porque puedes estar en Kuala Lumpur y hablar del Barça y el Madrid con un malayo o un australiano. A mí esto me parece muy bonito, y yo que viajo mucho por el mundo admiro ese lenguaje universal que tiene el deporte, aunque fomente antagonismos. Pero, si no hubiera deporte, la humanidad buscaría otros medios para fomentar esos antagonismos”.

-Pero quizá su libro sobre Sudáfrica y aquella vinculación entre la política y el rugby sigue siendo un ejemplo en este sentido…
“Es cierto, pero no es algo muy habitual. De hecho, se dio porque en medio estaba un genio de la política como Mandela, que supo ver las posibilidades que había en esa relación. Pero insisto en que si el deporte no existiese, buscaríamos otra forma de pelearnos”.

-Usted conoce muy bien los procesos de Escocia e Irlanda. ¿Cree que guardan algún tipo de relación con lo que se está produciendo actualmente en Cataluña?
“A mi me irritó bastante cuando ciertos sectores de la política española trataron de dar lecciones sobre el proceso de paz en Irlanda. Yo he cubierto muchos conflictos en todo el mundo, y cada uno tiene sus particularidades, pero no dejamos de ser seres humanos y tenemos muchas cosas en común. Por eso, creo que se puede aprender mucho de los intentos que se han hecho en otros lugares por alcanzar la paz, aunque esos intentos fracasasen. En Colombia, por ejemplo, los dirigentes políticos han estudiado a fondo los procesos de paz de Irlanda y Sudáfrica, en sentido positivo, y de Israel y Palestina, para evitar hacer las cosas mal. Aquí también se podrían aplicar algunas aportaciones de otros para resolver el proceso catalán”.

– ¿No le parece que en muchos de estos procesos falta, precisamente, el factor humano, como el que aplicó en Sudáfrica Mandela?
“Sin duda. La figura y la talla de Nelson Mandela demostró que los individuos son muy importantes en la vida de los países, y pretender que todo obedezca a la economía y los mercados, como dice el análisis clásico marxista, es negar la tremenda capacidad de persuasión que pueden tener las personas. El mundo sería mucho mejor si hubiera más Mandelas, pero lamentablemente líderes como él surgen cada 50 o 100 años, como cuando aparece un genio del tenis, del fútbol o del violín. Además, los políticos son gente como nosotros, que tienen sus vicios y sus virtudes, y muchas veces son incapaces de anteponer el bien común al suyo propio; o quizá carecen de la visión o la valentía para hacerlo”.

-Lo estamos viendo precisamente en el caso de los refugiados. Mientras los políticos tratan de ponerse de acuerdo para buscar fechas en las que reunirse, continúan llegando personas a Europa…
“El tema de los refugiados es un clásico en el mundo de la política, porque un mismo conflicto te exige una respuesta humanitaria y moral, y al mismo tiempo te crea problemas prácticos. Para los periodistas es muy simple criticar y adoptar actitudes moralistas, pero si tienes que tomar decisiones no es fácil encontrar el equilibrio. En un mundo ideal y perfecto, a mi me encantaría que llegaran a Europa todos los que quisieran, no sólo de Siria, también de Afganistán, Guinea, Ruanda o de donde sea. Pero cómo se conjuga esa llegada masiva de personas en un país como España, donde hay una tasa de desempleo superior al 25%. Si España abriera sus puertas para que entrase todo el mundo y se corriera la voz, sería un gesto maravilloso, pero luego también habría que analizar cuáles serían las consecuencias”.

– En esa línea de abrir las puertas a todo el que viene de fuera se ha posicionado en su país el laborista Jeremy Corbyn, una especie de Pablo Iglesias británico, ¿no es así?
“Sí, tiene bastantes cosas en común con Podemos, porque está en contra de la austeridad de la ciudadanía y otras cuestiones. En parte comparto sus sueños, porque también quiero un mundo sin guerras ni refugiados, donde todos tengan casa y comida y no haya desigualdades. Pero si estás en el Gobierno y tienes que decidir, es mucho más complicado. Los problemas se ven diferente cuando uno gobierna. Elegir entre lo moral y lo práctico es algo con lo que se topan los gobiernos, y no me interesa la gente que da respuestas sencillas a problemas complejos”.

-Una de las cuestiones de fondo de este problema es lo que se ha dado en llamar la Europa de las dos y tres velocidades, y una unión que cada vez está más cuestionada. De hecho, su país decidirá en 2017 si continúa o no en la Unión Europea…
“Sin duda. Aunque en el caso de los británicos, y especialmente los ingleses, hay un factor emocional muy importante. Hay elementos empíricos, racionales y económicos claros, como es el hecho de que los ingleses piensan que están repartiendo su dinero con países que van a otra velocidad. Pero también tienen una singularidad especial, porque se trata de una isla y los ingleses poseen un carácter muy insular. Y creo que este referéndum se va a ganar más en el terreno emocional que en el del debate sólido de los hechos”.

-¿Qué le parece la actual situación de los medios de comunicación y las redes sociales?
“Sobre todo, me preocupa la simpleza en los análisis y las soluciones que aportan vehículos de comunicación como Twitter. Creo que, por ejemplo el propio Twitter, contribuye a que la gente se sienta mejor porque pueden descargar sus sensaciones y opinar, pero en la mayor parte de los casos no aportan nada de valor ni ayudan a mejorar la vida de los demás. Y en esa línea están entrando peligrosamente muchos medios de comunicación. Quiero creer que los seres humanos seguirán leyendo y escuchando historias en el futuro, porque ya era así en la Prehistoria, donde además de cazadores había gente que se dedicaba a contar lo que ocurría, a hacer la crónica del día. Esa necesidad ha estado siempre ahí. Estamos en un momento en el que está poco claro cómo el periodismo puede continuar siendo rentable, pero confío en que la situación se estabilice y que nuestros hijos, si se hacen periodistas, puedan seguir viviendo de contar historias”.