siete días trepidantes

Junts, o más bien separados, pel No

Lo que han hecho la Asociación Española de Banca y la Confederación Española de Cajas de Ahorro no tiene más precedentes en el mundo, creo, que la histórica declaración del Royal Bank of Scotland, advirtiendo de que, de triunfar la independencia en Escocia, se trasladaría la sede a otro lugar, en Inglaterra. Aquel anuncio, junto con un debate bien llevado desde Londres, tuvo un efecto fulminante sobre los votantes en el referéndum de septiembre de 2014: los escoceses comprobaban de manera tangible qué consecuencias podría tener su separación del Reino Unido, que, tras la apretada votación, se mantuvo unido. Muchas veces me he preguntado qué tiene que ocurrir aquí, después de las advertencias de Europa y Estados Unidos, del estallido de casos clamorosos de corrupción que ahí estaban desde hacía años, de las tomas de posición de la Banca, de los círculos de empresarios y económicos, para que las encuestas cambien de signo y dejen de mostrar unos resultados tan potencialmente alentadores para los secesionistas como algunos que estamos conociendo en estas horas.

A Artur Mas hay que reconocerle que aparenta tener una hoja de ruta clara: me recuerda a aquel Julio Anguita que no se salía del “programa, programa, programa”. Mas, preguntado por quienes pueden hacerlo, y de idéntica manera las gentes de su lista transversal, insisten machaconamente en ‘independencia, independencia, independencia’ y de ahí no salen. No se moleste usted, periodista, en interrogarles sobre qué gobierno formarán tras el 27S, porque eso, simplemente, ahora no toca. Ni pida aclaraciones acerca de cómo piensan mantenerse en la UE, en el euro, tras las contundentes afirmaciones en contrario procedentes de los portavoces oficiales de la Unión, porque lo único que encontrará va a ser un desmentido a lo dicho por Merkel, Cameron, Obama, Juncker u Hollande. Todo mentiras, se indignan, los muy mendaces de la plaza de Sant Jaume. Como lo que dijo Mas de Isidro Fainé, el poderoso presidente de Caixabank, de quien el molt honorable president de la Generalitat se permitió asegurar que nada tenía el banquero que decir sobre la independencia de Cataluña. Y es que, además, Mas se ha vuelto imprudente, mientras que Fainé, todo cautela, ha mostrado la señal de peligro. Y contra Fainé, Mas pierde. Seguro. Por mucho que ande filtrando que se esgrimen operaciones subterráneas contra él, contra su prestigio y honorabilidad. Veremos si estos últimos días de campaña traen alguna sorpresa. A quienes están desunidos por el no les ocurre todo lo contrario que a quienes forman parte del Junts pel Sí: que no hacen más que esgrimir fórmulas diferentes de encaje de Cataluña en España, mientras se pelean entre sí con el ojo puesto no en las elecciones autonómicas (que son de todo menos autonómicas, por cierto) de dentro de una semana, sino en las generales de diciembre. En el bando del No, si es que tal cosa existe, se intuye un lío fenomenal, incluyendo al partido que aún ostenta mayoría absoluta en las Cortes y al principal de la oposición nacional. Es decir, el PP -menuda batalla subterránea porque el ministro de Exteriores, en un gesto de valor político que le honra, va a debatir en la tele con Oriol Junqueras- y el PSOE. Por su parte, Ciudadanos ha cometido el a mi juicio grave error de permitir que su líder, Albert Rivera, sea candidato a La Moncloa, y no a la Generalitat. Y de Podemos ya no sé ni qué decir, cuando sería incapaz de afirmar tajantemente si, ante el dilema final, se inclinaría o no por la secesión, que yo creo que no, pero vaya usted a saber.

Ignoro en qué parará todo esto. Hay quien muestra hojas de ruta que presentan a un Rajoy transformado en viandante que toma vinos en las tabernas, a Pedro Sánchez en catalanista, a Rivera en hombre de Estado y a Pablo Iglesias en tibio socialdemócrata. Pero ninguno de los cuatro líderes estatales ha ido más allá, proponiendo, por ejemplo, la reforma de determinados puntos de la Constitución, o la celebración, dentro de un par de años por ejemplo, de un referéndum -que sí, que puede hacerse, aunque el ministro del Interior, miopemente, lo niegue- con las suficientes garantías, es decir, no controlado por los mariachis que hacen el juego a Mas, Homs, Romeva, la monja cojonera y esos seres tan peculiares agrupados en la Assemblea y en Omnium cultural, amén de determinados comentaristas y charlistas mediáticos.

Así, sin unas propuestas claras de futuro, no hay quien mueva a la mayoría silenciosa a salir de sus casas el domingo 27 y acercarse a depositar su voto, presumiblemente contrario en su mayoría a la secesión aunque instalado en el Madrid ens roba, en las urnas. A menos, claro, que sean Fainé, y Miquel Roca, y los del Círculo de Economía, y Rosell, y Obama, y Manuel Valls, y Merkel, quizá Serrat, que anda de gira por las Españas, y los socialdemócratas europeos unidos a los euroliberales, quienes nos saquen las castañas del fuego a los que pensamos que menuda catástrofe se avecina sobre Cataluña y sobre el resto de España si los peores vaticinios se cumplen. Que, afortunadamente, cabe pensar que no se cumplirán. Entre otras cosas, porque cunde la sensación, y así hemos podido constatarlo usted y yo, y me susurran que hasta Artur Mas empieza a pensarlo, de que la verdadera encuesta, que es la de las urnas, va a suponer un vuelco para las aspiraciones que dicen tener el molt honorable y algunos de quienes le rodean. La solución, en la tensa noche del domingo 27. Lo que no sé es lo que pasará después, tanto si gana el junts, aliado con la locura ambulante de la CUP -que grita pues que se marchen los banqueros -como si ganan los del separados por el no. Parece mentira, pero seguimos desconociendo a dónde va a parar este autobús. Paren, que yo me bajo.