Chasogo

Bujamé – Por Luis Espinosa

Según dicen los diccionarios barranco es un cauce provocado por las corrientes de agua que permanece seco mientras no haya lluvia y, según otros, prerromano, es un torrente profundo. Bujamé no es un cauce sin agua ni un torrente profundo. Pienso yo que más bien es una ladera, casi un acantilado vertical, de más de 600 metros de altura, que se desploma desde el caserío de Teno Alto hasta casi tocar el pueblo de Buenavista.
Subimos desde este último pueblo citado. Y, lagarto, lagarto, empezamos bien, pues vamos por el sendero o Camino de los Muertos. En otro tiempo, cuando no existían carreteras que uniesen Teno Alto con el resto de la isla, a los fallecidos se les bajaba por este camino hasta el cementerio de Buenavista. Pobres muertos y pobres los que los cargaban. Ascendemos, pues, por una vereda entre cardones y tabaibas, entre inciensos y matojos de nombre desconocido hasta que, a cierta altura, ya se puede ver el pueblo, Buenavista, y el Roque de Marrubio y el lomo del Respingo, el Roque del Toscón y muchas cosas más. Coronamos la ladera, el barranco o lo que sea y nos hallamos ante un tagoror. En él dormité alguna vez, tal vez con la cabeza apoyada en la piedra donde se sentaba el mencey, cuando volvía del faro (el que suscribe, no el mencey) cansado y sudoroso, realizando un alto en el camino y descansando un rato mientras contemplaba el lejano Océano, para tener tiempo de tomar un piscolabis y, una vez recuperado física y mentalmente, reemprender el viaje, descendiendo hasta llegar a Buenavista del Norte.

Haciendo un inciso os diré amigas y amigos, que en mi juventud (según mi hijo aún perduraban los dinosaurios y que conste que no es una alusión a mi persona) no existían carreteras que llevasen o trajesen personal a Teno Alto o al faro de Teno. Para llegar a esta zona había que caminar, Bujamé arriba, Bujamé abajo, como he intentado explicar, o bien llegar por la senda que desde la Cumbre del Bolico acaba en el barrio de Teno Alto, pasando por la base del pico del Baracan, máxima altura de esta parte de la isla. O, si se era buen marinero, subir a una lancha o embarcación similar, con o sin motor, para alcanzar el muellecito junto al faro y luego caminar cuesta arriba hasta la meseta de Teno Alto. Claro que allí arriba siempre estaba la recompensa: Un tierno y suave queso de cabra acompañado con un vino blanco de la tierra.

Volvamos a nuestro paseo.
Si giramos a la derecha encontraremos una cueva donde años ha se guardaba la caja de los muertos, las angarillas y otros impedimentos propios del caso. Pero vamos hacia la izquierda (quiero hacer constar aquí que en ninguno de mis escritos hay connotaciones políticas) para así contemplar la meseta y las casas de Teno Alto. La primera, la meseta, en sus tiempos estuvo llena de huertas donde crecía el trigo, la cebada y el centeno, salpicadas por rojas amapolas.
Ahora solo hay amapolas.

*Médico y montañero