a contracorriente

El espectáculo de Asunta – Enrique Arias Vega

Algo tan horrible y trágico como el asesinato de la niña Asunta Basterra se ha convertido en un asunto mediático de gran envergadura, en un espectáculo televisivo que puede competir en la parrilla de programación con Gran Hermano, Sálvame y otros espacios destinados a mostrar las bajezas de la condición humana.

La retransmisión del enjuiciamiento a los padres de la víctima parece haber olvidado la principal finalidad del proceso, que es la de hacer justicia, para sustituirla por el morbo, el cotilleo y hasta las eventuales apuestas sobre cuál será el veredicto final.

En el fondo, todo eso resulta lógico dado que la dimensión social del suceso, su exposición pública y hasta la repercusión en la opinión ciudadana es tal que casi todo el mundo ha llegado ya a una u otra conclusión sobre la culpabilidad o no de los detenidos mucho antes de que llegue a producirse una sentencia judicial. Eso es lo absurdo de este y de otros procesos penales: la falta de rigor y serenidad en sus planteamientos jurídicos, su exceso de publicidad y la quiebra absoluta del principio de la presunción de inocencia de los acusados, sean quienes fueren.

Por eso, no entiendo la exposición mediática de unos casos que requerirían de la privacidad, el rigor, la prudencia y hasta el secretismo para no interferir en la administración de la justicia. Es lo que sucedía antaño, cuando se impedía hasta tomar una sola foto en las salas de juicio. Ahora, en cambio, con estos espectáculos a la vista de todos, cualquier día se sustituirá el fallo de un juez o de un jurado por la nominación de los telespectadores para decidir si los acusados son o no culpables.

Como ven, absolutamente lamentable.