tribuna

Evolución de la tuberculosis – Por Gonluis

Me gustaría empezar haciendo una semblanza biográfica de la trayectoria de don Juan Horacio Díaz Díaz (1924-1950) que más impacto ha producido. El fallecimiento temprano de un joven de 26 años conlleva tristeza. Puesto en contacto con el bacilo tuberculoso y su inmunidad natural baja, hace que dicho bacilo de Koch latente (como en la inmensa mayoría de las personas) pase a actividad y produzca la enfermedad mortal en aquel entonces. Casualmente, dos años más tarde de su muerte ya existía un tratamiento específico y eficaz. Juan Horacio Díaz Díaz fue un postromántico, que rompe los esquemas establecidos del neoclasicismo estereotipado y da más importancia a los sentimientos que a la razón para sobrellevar las penurias económicas de su adolescencia, junto con otros problemas y desencantos sentimentales; pienso que gran ayuda y motivación fue su gran afición por la música.

Peste blanca, mal del rey, enfermedad consuntiva, tisis tal como la denominó Hipócrates en el siglo V a.C. y llegó hasta el siglo XVIII con este nombre. La tuberculosis era la principal causa de muerte entonces. En los libros sagrados de la India, Los Vedas, hacen alguna referencia que describe la tuberculosis. La cultura egipcia, 3000 a.C, estudia momias con lesiones compatibles con la enfermedad tuberculosa. Hipócrates y Areteo de Capadocia (siglo II d.C.), hacen por separado una descripción de los síntomas bastante exacta con los de hoy para diagnosticar la enfermedad. Hasta el siglo XVIII se conocía la enfermedad como tisis. Fue la época de la gran mortalidad, la tuberculosis se consideraba mortal; favorecida por la Revolución Industrial, el hacinamiento, las malas condiciones higiénico sanitarias y el hambre.
En el siglo XIX se empieza a hablar de tuberculosis porque en el pulmón, riñón, etc. la lesión anatomopatológica típica era el tubérculo, de aquí su nombre. Fue el médico prusiano Robert Koch quien descubre el bacilo causante de la enfermedad, el Mycobacterium tuberculoso, que inocula a animales de experimentación y reproduce la enfermedad tuberculosa, prueba evidente de la causa de dicha enfermedad. Los síntomas son: tos, hemoptisis, fiebre vespertina, diaforesis (sudoración profusa) junto con otros síntomas generales como astenia, anorexia, adelgazamiento.

En el siglo XIX el tratamiento era ineficaz, se preconizaba la sangría (flebotomía), purgantes, dietas de lo más variado. A finales del siglo XIX y principios del siglo XX empiezan los sanatorios antituberculosos y el tratamiento por colapsoterapia. En Tenerife, a los enfermos de la costa, los trasladaban a la montaña (Las Cañadas) y los de las zonas altas a la costa, como El Médano. Esto era de poca eficacia salvo que rompe la cadena de transmisión del microorganismo, causa por la que disminuía la enfermedad tuberculosa antes de que aparecieran los primeros fármacos, ciertamente eficaces.

En 1920 Calmette y Guerín obtienen la vacuna contra la tuberculosis (BCG) empleando el Mycobacterium Bovis atenuado. En plena Guerra Mundial, Waksman parte de un hongo (Streptomyces griseus) obteniendo la estreptomicina, fármaco que inhibe el crecimiento del Mycobacterium. En 1944, Lehman aisló el ácido paraamino salicílico (PAS) aunque la auténtica eclosión se produce en 1952 con la Isoniacida (hidrazida del ácido nicotínico) posteriormente el etambutol, que sintetizó en 1961. Finalmente, la aparición de la Rifampicina en la década de los 60. Estos tres últimos fármacos han hecho de una enfermedad mortal, una enfermedad perfectamente curable, uno de los logros más significativos de la medicina.

El tratamiento actual se practica con la combinación de varios fármacos, Rifampicina, Isoniacida y Etambutol, durante 6 a 9 meses continuados. A pesar de todos estos adelantos, la ONU se ha planteado en el siglo XXI la erradicación de la tuberculosis por poseer tratamiento eficaz y vacuna asequible. Es una enfermedad que se ha ido pero no se ha despedido porque está presente en zonas marginales de las grandes ciudades y comienza la aparición de resistencia a los fármacos antedichos.
Termino felicitando a don Octavio Rodríguez Delgado, por sacar a la luz y recopilar la obra inédita del literato, poeta y escritor tinerfeño Juan Horacio Díaz Díaz (1924 – 1950). Seguro que el Ayuntamiento de Fasnia, el Cabildo y otras instituciones son sensibles y apoyarán esta acertada y magnífica iniciativa.