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José Dámaso

Mi buen amigo Pepe Dámaso oficializó la donación de toda su obra -más de seis mil piezas en todas las técnicas y soportes- al pueblo canario en una reunión con el presidente Fernando Clavijo que, en nombre del Gobierno, aceptó el generoso legado. Según declaración de las dos partes, el donante y el titular de la Comunidad Autónoma, la colección de obras propias y de representativos artistas isleños se distribuirá entre las ocho islas -porque se incluye con toda justicia La Graciosa- vertebrada a través del primer museo de bellas artes promovido por el Ejecutivo canario y que contará con otras tantas sedes. Se cumple al fin un antiguo propósito del artista que ya, en el lejano 1984 y en la primera y ostentosa celebración del Día de Canarias, presentó sus imponentes Héroes Atlánticos, una potente y sugestiva incursión en la épica de la conquista y, desde entonces, los conservó en depósito porque, como siempre le gustaba decir, “nacieron con dueños, todos y cada uno de los habitantes del Archipiélago”. Las miopías y mezquindades ajenas que pesan y manchan los asuntos de la cultura -“los asuntos del espíritu”, Bertrand Russell dixit- en las crisis por las crisis y en las bonanzas porque sí, ralentizaron y entorpecieron la marcha y los programas de la Fundación Canaria José Dámaso -a cuyo Patronato estoy vinculado- cuando existían solares a disposición, pendientes de una actuación del Ayuntamiento de Agaete, y a un espléndido anteproyecto de Fernando Higueras para la sede. Esperamos que en un plazo razonable se resuelvan todos los aspectos legales de la donación, se realice el imprescindible inventario de las obras y se busquen, si se trata de inmuebles de titularidad pública, o se proyecten los futuros espacios expositivos en todo el Archipiélago. Los abundantes fondos, en su mayoría seriados, permitirían crear instalaciones temáticas de garantizado interés; desde Juanita, la epifanía del povera hispánico, a las muertes, bajo distintos títulos; desde los homenajes, Lorca, Pessoa, Manrique, a las palabras mayores de los caudillos vencidos, la Esfera Armilar y las travesías borondonianas, por no extender la relación. Y, también, porque supo resistir las tentaciones y guardón, como se califica, conservó lo mejor y más granado de su carrera, comprometida desde la libertad con todos los ismos que se sucedieron, con mayor o menor éxito, en las seis últimas décadas.