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Lisboa, tradición y vanguardia

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Binter mantiene una promoción especial para viajar a Lisboa desde 78 euros trayecto comprando el billete hasta el 15 de octubre. / DA

Asentada sobre un antiguo campo volcánico, la capital de Portugal se erige orgullosa como ciudad histórica y a la vez moderna, cosmopolita y al tiempo tradicional. Con monumentos que recuerdan su esplendoroso pasado imperial, recorrerla supone viajar en el tiempo por los mejores logros de la cultura europea. A orillas del impresionante estuario que forma el Tajo, Lisboa es una joya que nunca dejará de sorprender.

Uno de los lugares más bonitos de esta emblemática ciudad es el conocido Barrio de Alfama. Sus calles conducen hasta algunos de los monumentos más importantes de la ciudad, como el Castelo de São Jorge, cuyas imponentes murallas sobresalen en la cima de la colina del mismo nombre, la más alta de Lisboa. En otra colina cercana se alza la iglesia de San Vicente de Fora, con orígenes que se remontan al año 1147, cuando el primer rey de Portugal, Alfonso Enríques, la ordenó construir para albergar el cuerpo de San Vicente, muerto en una batalla contra los musulmanes y que más tarde sería nombrado patrón de la ciudad. Otro de los santos protectores de Lisboa es San Antonio de Padua, sobre cuya casa natal está construida una iglesia bajo su advocación. Uno de los rincones más impresionantes de la capital portuguesa es la plaza del Comercio (praça do Comércio). La vista del estuario del río Tajo y el entorno monumental dejará al visitante sin palabras. Para subir de La Baixa al Barrio Alto, lo más rápido es utilizar el Elevador de Santa Justa, sistema de transporte que se ha convertido en una de las grandes atracciones turísticas de Lisboa.

Lisboa. / DA
Lisboa. / DA
Asimismo, la plaza del Rossio es una de las zonas más animadas de la ciudad y el lugar de encuentro de lisboetas y visitantes. En los lados de la plaza y en sus calles aledañas hay muchas tiendas, bares y restaurantes, muchos de ellos excelentes.

Barrio de Belém
En este barrio reside el presidente de la República Portuguesa. Lo hace en el Palacio Nacional de Belém, uno de los principales palacios de la familia real portuguesa a lo largo de los siglos XVIII y XIX. Cerca está el Museo Nacional dos Coches, que alberga una importante colección de carruajes antiguos y que es uno de los museos más visitados de Lisboa. La Torre de Belén está situada en la desembocadura del Tajo e inicialmente sirvió para la defensa de la ciudad. Desde 1983 forma parte del Patrimonio Cultural de la Humanidad de la Unesco, lo que la convierte en el atractivo turístico más importante junto al Monasterio de los Jerónimos, edificio que se construyó para celebrar el regreso de la India de Vasco de Gama.

A las afueras, en el Valle de Alcántara, se sitúa el Acueducto de las Aguas Libres, una preciosa construcción por la que se pueden realizar paseos. Otra obra de la ingeniería civil se ha convertido en uno de los emblemas de Portugal, el Puente 25 de Abril. Con sus 2.277 metros, se trata del puente colgante más largo de Europa. Por último, aunque no menos importante, el turista no debería perder la oportunidad de conocer Sintra, una pequeña villa de belleza incomparable declarada Patrimonio de la Humanidad y enclavada en mitad de un bosque.

Algunos de los restaurantes más populares de la ciudad se encuentran en la plaza Rossio y en sus alrededores. Una opción que une gastronomía y música son las cenas con fados. Existen muchos locales que ofrecen esta posibilidad en La Alfama y en el Barrio Alto. Entre los platos más típicos destaca el caldo verde, un puré de patatas con tiras de col que nunca falta en los restaurantes de la capital. Similar nivel de popularidad tiene la acorda de marisco, una sopa de mariscos, pan y ajo. Los cocineros portugueses tienen fama de ser expertos en preparar el bacalao de cientos de formas diferentes, todas deliciosas. Otra de las especialidades que el visitante no puede dejar de probar son los famosos pasteles de Belém. Su receta tiene más de 200 años de antigüedad y se basa en una masa de hojaldre rellena de crema pastelera y espolvoreada con azúcar y canela. Si hablamos de bebidas, casi no hace falta decir que los vinos de Oporto y Madeira son mundialmente conocidos desde hace siglos.

Lisboa. / DA
El tranvía de Belem. / DA

El tranvía no solo es una de las principales atracciones turísticas de la ciudad, sino que constituye el mejor medio para desplazarse por Lisboa. El metro, por su parte, es uno de los más bonitos y cuidados de Europa. Supone una buena forma de acercarse al centro desde los barrios cercanos.

La cercanía con Canarias, apenas dos horas, y las excelentes conexiones hacen que la capital portuguesa sea un lugar idóneo para una escapada de fin de semana o de puente. La aerolínea canaria Binter realiza dos conexiones a la semana (jueves y domingo) con la capital portuguesa. Comprando el billete hasta el día 15 de este mes, la aerolínea tiene una promoción especial para viajar desde 78 euros trayecto y disfrutar del viaje desde noviembre a febrero. Asimismo, Canariasviaja.com ofrece paquetes (vuelo+hotel) desde 303 euros por persona cuatro días-tres noches, que incluyen alojamiento en el centro de Lisboa y entrada gratis a 20 museos.

[sws_grey_box box_size=”100″]Porque todas las aventuras empiezan con un viaje

“Y la ciudad a la que llego se abre como si de mi nombre ella naciese. Se abre, se yergue en su extensión nocturna. En su largo lucir de azul y río”. Así describe Sophia de Mello a Lisboa, según menciona el blog de Binter viajerosyaventureros, que firma Mercedes González. “Hay sitios a los que uno va, y los pasea, y los disfruta, y quedan en la memoria medio borrosos, confundidos con otros recuerdos. Sin embargo, hay sitios que llegan a uno, que de forma imprevista se abren y se agarran al corazón para siempre. Lisboa ya vivía en mí antes de que llegara, de modo que recorrerla por primera vez fue como revivirla, tal y como escribió Enrique Vila Matas. Siempre me pasa cuando viajo. Imagino que me quedo a vivir en todos y cada uno de los destinos, que los vivo intensamente en la totalidad de sus facetas. Lo que ocurre es que nunca es suficiente. Lisboa. Demasiadas vidas en una palabra tan corta. El reloj detenido, las calles estrechas y empinadas cicatrizadas por los raíles, las fachadas y puertas a medio desconchar, las aceras adoquinadas, los tonos pastel y la ropa tendida tampoco son suficientes. Armarse de valor para emprender la ascendente topografía de sus barrios culminados en miradouros. Y ahí está Lisboa, contemplándose a sí misma. Nacida para ser admirada. Y es que algo de manifiesto exhibicionismo emana de su perfil melancólico. Desde Castelo o Graça, asomados sobre la rojiza marea de tejados se destila el alma de la capital lusa, siempre queriendo evolucionar pero siempre llevando a rastras la esencia de pueblo inmenso, de antigua queja de fado. Al borde de Europa, mirando el horizonte surcado por las antiguas rutas comerciales entre el mar del norte y el Mediterráneo, África y América, se mece adormecida con el aleteo de las gaviotas. La ciudad navega rumbo a altamar y no queda otra que dejarse mecer, que navegar con ella sentado rumiando saudades. Quizás por eso las plazas y avenidas parecen estar hechas para las terrazas de los cafés. La vida lisboeta transcurre en los cafés. Aún pervive la costumbre de cuspir fininho, esas discusiones para llevar la contraria que se saborean a sorbos intensos acompañadas de una taza de buena bica”. [/sws_grey_box]