EL CHARCO HONDO

Vice

Pablo Ordaz, Salomé García y el arriba firmante -en aquellos años corresponsal de El País– compartimos días siguiendo los pasos, y los datos, a un asunto; nos reunió una noticia con ecos en el conjunto de España. Pablo, cóctel de talento, oficio y coraje, es uno de los periodistas más periodistas que he conocido. Salomé, puro know how, ha sido entre otras cosas jefa de política de El Periódico de Catalunya; miles de horas cubriendo las luces y sombras de José María Aznar la convirtieron en una de las profesionales que mejor lo conocía. En un tiempo muerto, respiros de café, tabaco y copas que alivian las jornadas de truenos periodísticos, Salomé contó que un día Aznar le confesó algo que lo radiografiaba: he llegado tan lejos porque no me tomaron en serio, le dijo el expresidente. Quince años después he recordado aquel tiempo muerto con Salomé. Ha sido a raíz de una conversación, imprevista e informal, reservada, con la vicepresidenta del Gobierno, Patricia Hernández. Venimos cruzándonos (o tropezándonos, no sé) hace años, ni demasiado cerca, ni demasiado lejos, en una atmósfera más amigable que profesional, a la distancia que se aconseja guardar en las autopistas de lo político-periodístico. Días atrás, en el transcurso de dicha conversación, he escuchado, descifrado y descubierto a una vicepresidenta que está empezando a serlo, comenzando a analizar, posicionarse, argumentar y pensar con solvencia, a plantar cara, mostrarse firme y, ahora sí, a mandar. Muchísimo más sólida lejos de focos o micrófonos, está a las puertas de sacudirse algún error y el miedo escénico que la ha encogido en sus primeros meses. Patricia Hernández está creciendo, y rápido. Orgánicamente ha demostrado que sabe manejarse, como vicepresidenta comienza a dar señales de ordeno y mando, incluso forzando al presidente a desandar algunos pasos. Huele a que hay Patricia Hernández para rato, todo apunta a que muchos están tardando en empezar a tomársela en serio.