nombre y apellido

Waldo Vinces

Detrás del nombre, un pintor norteamericano, con raíces hispanas y una intensa trayectoria de veinticinco años, cien exposiciones y presencia en destacadas colecciones públicas y privadas. En esta hora, una muestra en Espacio Abierto, una vistosa antología con gamas y acentos neoyorkinos -anticipados en su celebrado debut tinerfeño en una colectiva de pequeño formato en la misma galería- donde la exactitud de la geometría se enriquece con los ricos matices de la ancha y vibrada pincelada que, horizontal o vertical, supone una suerte de homenaje al desenfado de los impresionistas estadounidenses -una facción notable dentro de una historia breve- y al reconocimiento del ciclo áureo del expresionismo abstracto, la suprema invención estética de la joven superpotencia, avalada por el poder del mercado y con la tilde de clásico por su temprano desembarco en los grandes museos y las millonarias fundaciones. Pero no es sólo eso; su curiosidad y la vasta información con la que la satisface, su pasión por la pintura desde las tres orillas -la investigación, la creación y la contemplación- le llevan a conjugar atractivas propuestas paralelas sobre sus cuadrículas coloristas; guiños con el povera -naturalmente made in USA- y con el pop, este europeizado en cuanto a la utilización de imágenes y objetos, vinculados a la memoria familiar más que a la cultura de masas y al consumo y, también, en cuanto a la disposición de la pieza protagonista, ubicada como elemento de culto, en una ventana o en un retablito. Por varias vías que se apoyan y complementan, construye un alegato convincente y personal donde nada es gratuito ni los collages -partituras, documentos, mapas- ni los embutidos, ni las audaces combinaciones que usan maquetas navales o cornucopias sobre o contra el blanco impoluto o las sucesiones y cadencias cromáticas tan definitorias de su estilo. Artista de amplios registros del que cabe esperar una consecuente fidelidad y todas las variantes de su caudaloso imaginario, Waldo Vicens es una presencia amable en un barrio que, contra la astenia de la ciudad que bosteza, mantiene los viejos oficios, los negocios convencionales, las cafeterías y terrazas, las actividades docentes consolidadas y, además, una animación urbana que acoge y respalda las valientes ofertas plásticas de María Díaz, la joven galerista que convirtió un establecimiento tradicional en un atractivo rompeolas estético.