Domingo Cristiano

Al carajo los crucifijos

Joan Ribó i Canut. A saber, alcalde de Valencia por el partido Compromís. No pasará a la historia por sus hechos ni por sus desechos, pero tiene una página reservada en el anecdotario político tras mandar al carajo a los crucifijos y otros enseres re igiosos del cementerio de la ciudad. Dice que lo hace para ser el alcalde de todos: aquello de que España es un país aconfesional -él lo confunde con laico-; y aquello otro de que hay que defender tal aconfesionalidad, que él empieza a identificar con ateísmo de Estado, tan corrosivo como el nacionalcatolicismo. Y tampoco podía faltar lo de no herir la sensibilidad de los miembros y miembras de otras confesiones. Vamos, en la más clásica tradición del trasnochado postureo ultra.

Otra ilustre primera edila despunta, esta vez en la capital de España, como valedora de la cruzada contra las devociones. Las ocurrencias de Manuela Carmena han puesto en circulación el término carmenadas, vocablo con el que se conocen ya sus “propuestas ciudadanas no vinculantes”, también conocidas como globos sonda. La última ha sido expulsar el Belén navideño de la sede del ayuntamiento, ése que ella repite que es de todos. A más de un kilómetro de su despacho lo ha mandado, perpetrando así su propia versión de “No había lugar para ellos en la posada”.

Confieso que estoy temblando. No me extrañaría que la alcaldesa fugaz y sus satélites intentaran remontar otra crisis de popularidad pidiendo al Museo del Prado que tape con cortinas algunos de los mejores cuadros de la Historia de la Humanidad sólo porque aparezca en ellos un Cristo o una Dolorosa. Capaz es, que tú le das un trapo a Carmena y lo mismo te esconde un crucifijo que te fabrica una pancarta dando la bienvenida a los refugiados, aunque no tenga un plan serio para atenderlos. Pero la foto ya ha recorrido el mundo, que es lo que de verdad importa.

Los ciudadanos no nos merecemos estas idioteces. Inmersos en una crisis -o escalando sus tímidos brotes verdes-, de lo que se trata ahora es de sumar, de abrazar lo que nos une. No es tiempo de sacar a paseo las frustraciones personales, la rabia acumulada o los empeños neuróticos. No es el momento de exhibir la propia estrechez mental o una pobreza cultural que hace que se sonrojen hasta sus propios camaradas de cruzada.

Los cristianos hacemos falta a la comunidad, aportamos valor y contribuimos con nuestros hermanos no creyentes a crear una sociedad más justa, más sensible a las necesidades de los pobres. No viene a cuento hacer un problema de lo que no lo es ni lo ha sido nunca, porque eso es lo mismo que levantar un muro y convertir en refugiados morales a quienes tienen todo el derecho a creer y a expresar sus creencias.
En el fondo, yo creo que despropósitos como éstos sólo reflejan la incapacidad para gobernar de quienes pensaron que ser alcalde era como organizar una acampada con indignados profesionales. Los crucifijos son como el papel de sus promesas electorales: lo aguantan todo.
@karmelojph